Quebrada

Lina ha decidido dejar atrás el hogar que compartía con su marido, un rancho en una tierra estéril, quebrada, que ya nada les aporta. Quiere llegar a tierras más fértiles -a las que se fue su hijo siendo un niño junto a su tío en busca de trabajo-, ver el mar, pero para ello debe recorrer un camino difícil, seguir la senda del arroyo hasta el río y atravesar kilómetros de tierra. Su marido Relicario, reticente, decide quedarse para no abandonar a los muertos que tienen enterrados en el pueblo porque “a los muertos no se les abandona”, pero más tarde decidirá seguirla.

Así comienza este viaje, primero de Lina y más tarde de Relicario, que ocupará toda la primera parte del libro. Estos episodios de Lina, que conforme avance en su camino encontrará diferentes escollos que harán que cambie su destino final, se alternarán con los de Relicario, que avanza con un burro y un carro en el que lleva los huesos desenterrados de su madre y su padre. En este punto es difícil situar esta historia en un contexto temporal determinado, pues más que en horas o días, podríamos medirla en pasos, distancias o estaciones.

A diferencia de una primera parte más tipo ‘road novel', la segunda se nos presenta como un ‘western' en esa tierra fértil con la que soñaba Lina. El punto de vista vuelve a cambiar, y ahora las voces narrativas vienen de Rulfino, un chico joven que es huérfano, y Tala, el hijo de Lina y Relicario. En este escenario, que resulta ser tan hostil como los caminos que conducen hasta allí, Lina descubrirá que la tan ansiada lluvia es en realidad sinónimo de calamidad, locura y catástrofe, de reencuentro con los vivos -su propio hijo Tala- y también los muertos.

Como la tierra en la que sucede, “Quebrada” (editado por @las_afuerases) es un lectura salvaje, áspera y ruda, como también lo es el final de ese libro/viaje, cuando la violencia demoledora alcanza también esas fértiles tierras.
Enlace: https://www.instagram.com/p/..