El auténtico infierno era una sociedad capaz de llegar a cuñar esa frase como quien borda un lema noble de un bandera. No paraba de escuchar esa frase a mi alrededor. Nunca directamente. Tal vez nunca la dijera ningún padre, ninguna madre. Puede que solo fuera una leyenda urbana. O es posible que hubiera padres y madres convencidos de que tener un hijo drogadicto era preferible a tenerlo maricón.
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