El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Se suele dar por sentado que una madre es una madre y sí, lo es, pero las relaciones materno-filiales no solo no son siempre un camino de rosas, sino que, a veces, está lleno de espinas.

Pero sí, ya lo digo al principio, una madre es una madre y cuando en el desierto de una relación con ella surge un oasis, ese oasis se queda en el corazón y en el recuerdo. Para Aleksy, narrador de esta historia, el verano que su madre tuvo los ojos verdes es ese lugar emocionalmente duro, pero reconfortante al que siempre volver.

Si algo me ha impactado de esta historia ha sido la capacidad de Tatiana para lograr una voz narrativa cruel y descarnada, que evoluciona haciendo que el lector/a pase del rechazo a la empatía con el discurrir de las páginas. Porque... ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos, siempre hay una historia detrás. Aleksy y su madre alcanzarán ese verano la redención personal y la absolución de quienes queremos leer lo que él tiene que contar.

Un libro duro, sin duda, os lo podéis imaginar, pero sus capítulos cortos y esa voz que no deja indiferente hace que llegues al final sin apenas darte cuenta, para claudicar, una vez más, ante la fuerza del amor y del perdón.