La música le encantaba, en particular los bailes y las marchas, y era incapaz de resistírseles. Entonces saltaba sobre sus pies y se mezclaba entre los bailarines. Saltaba y daba vueltas como los habitantes de las llanuras y de las estepas y bailaba con entusiasmo las famosas danzas cosacas. El baile, que le causaba un placer sin fin, le valió bromas de los que no entendían su manera de moverse. Al ignorar que los bailes viriles desempeñaban un rol importante en la vida de los campesinos siberianos, hablaban de orgías de borrachines y de exhibicionismo. Sin embargo, Padre lo único que estaba haciendo era seguir las costumbres de su provincia natal.
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