Grigori Rasputín

Querido amigo, te repetiré una vez más lo que te he dicho: una nube amenazadora se extiende sobre Rusia. ¡Desgracia! ¡Incontables sufrimientos! Está oscuro y no se ve por dónde puede aclarar. Un mar de lágrimas, mar sin límites. ¿En cuanto a la sangre? Sé que todo depende de ti. Quieren la guerra, pero probablemente no comprendan que es la perdición. Pesado es el castigo divino cuando Dios retira la razón. Ese es el comienzo del fin. Tú eres el zar, el padre del pueblo. No dejes que triunfen los insensatos y que ellos mismos, así como el pueblo, se pierdan. Venceremos a Alemania, pero ¿qué será de Rusia? En verdad, desde el comienzo de los siglos no ha habido martirio más grande. Está toda sumergida en sangre. Su perdición es completa. Tristeza sin fin.

Grigori.

La música le encantaba, en particular los bailes y las marchas, y era incapaz de resistírseles. Entonces saltaba sobre sus pies y se mezclaba entre los bailarines. Saltaba y daba vueltas como los habitantes de las llanuras y de las estepas y bailaba con entusiasmo las famosas danzas cosacas. El baile, que le causaba un placer sin fin, le valió bromas de los que no entendían su manera de moverse. Al ignorar que los bailes viriles desempeñaban un rol importante en la vida de los campesinos siberianos, hablaban de orgías de borrachines y de exhibicionismo. Sin embargo, Padre lo único que estaba haciendo era seguir las costumbres de su provincia natal.

Los cristianos se preparan para hacer la guerra; van a hacerla, vana a soportar tormentos y hacer que otros los soporten. La guerra es algo malo... Que los alemanes y los turcos se devoren entre sí: son ciegos, pues es para su desgracia. No obtendrán nada y solamente adelantarán la hora de su final. Y nosotros, al llevar una vida de concordia y de paz, al mirarnos en nosotros mismos, nos elevaremos por encima de todos.

La primera revolución rusa y el período de contrarrevolución que le sucedió mostraron toda la esencia de la monarquía zarista, la llevaron hasta su "limite final" y desplegaron la amplitud de su podredumbre y de su vileza, todo el cinismo y el desenfreno de la camarilla zarista con el monstruoso Rasputín a la cabeza, todo el salvajismo de la familia de los Romanov, esos progromistas que cubrieron de sangre a Rusia.

Mi maestro amado e inolvidable, mi salvador y preceptor, ¡qué difícil me resulta estar sin ti! Mi alma solo tiene quietud y reposo cuando estás sentado, maestro, a mi lado, y yo beso tus manos e inclino mi cabeza en tus hombros benditos. Oh, qué ligera me siento en esos momentos. Entonces, solo deseo una cosa, dormir, dormir durante siglos sobre tus hombros, en tus brazos.