Bajo un cielo escarlata

Siempre lo he dicho:
de las atrocidades de la guerra uno no regresa indemne. No vuelves a ser el mismo.
Es imposible.
Las heridas del alma jamás cicatrizan.

Mark T. Sullivan me engaña. El texto comienza de forma tranquila, sencilla, casi bucólica. En cualquier momento esperas que aparezca Pedro, Heidi y la cabra.
Hasta que silban las balas.

Basada en hechos reales, Pino Lella subirá a las montañas escapando de las camisas negras de Benito y la represión nazi.

Allí ayudará a huir a través de los Alpes a judíos o aliados mientras suspira pedos de amor, por una bella mujer que le dio calabazas.

Pero la obligación de alistarse devolverá a nuestro protagonista a Milán, convirtiéndose en chófer y espía.

Al margen o mejor dicho acompañados por Pino, la novela narra el sometimiento nazi a una Italalia de Mussolini que los dejó entrar como Pedro por su casa.

Esclavitud, trenes de ganado destino a Auschwitz y un saqueo constante material y espiritual.
Nada nuevo.

En el siglo XX se volvió a la edad media, o incluso a las cavernas.

El ser humano llevado al extremo de la locura, sediento de sangre y venganza o simplemente enfermo de mezquindad y violencia .

Frente a ellos los partisanos que, bajo el amparo de la legítima defensa, también asesinaran indiscriminadamente lo suyo, en una ciudad convertida en el circo de los horrores.

Y en medio de todo esto, una historia de amor, ventana abierta a una dimensión paralela donde poder respirar aire limpio y dejar entrar algo de luz bajo un cielo escarlata, de fuego y bombas.

Muchas son las bondades del texto, desde la habilidad del ritmo creciente, hasta la dureza de algunos pasajes. El autor no nos ahorra dolor. En especial cierto paseo por un improvisado depósito de cadáveres. Dantesco.

También muy interesante la nota final llamada "posguerra" donde nos cuenta que fue de cada personaje, todos reales, la mayoría, desconocidos.

La historia se repite. Seguimos actuando como un rebaño de ovejas asustadas, y ante la llegada de un nuevo pastor, en lugar de proceder con serenidad, lo hacemos con sed de venganza, matando sin motivo alguno ante cualquier gesto que interpretamos desde la rabia.

Somos el mayor error de la creación del universo, incapaces de vivir en paz el libre albedrío. En cuanto dejan de gobernarnos, ante cualquier impunidad, enseñamos al mundo nuestra oscuridad.

Sullivan nos habla de esto en el libro sin mencionarlo, simplemente escenifica una ciudad sedienta de sangre.
La sinrazón tras el disparate.

Y no aprendemos.

Magnífica novela.