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Drácula es una novela compuesta por cartas, telegramas, extractos de periódicos personales y documentos varios y en este sentido me ha recordado a la estructura de la dama de blanco. Y al igual que la obra de Collins tiene una atmósfera tenebrosa que te provoca una sensación de inquietud que hace que quieras adelantarte a los acontecimientos. Drácula habla de la eterna lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad y el autor utiliza recursos dramáticos para dar mayor grandeza a la misión de los personajes. Entiéndase: exclamaciones, fervor religioso, expresiones faciales que transmiten sufrimiento y muchas lágrimas. Normalmente, este tipo de expansividad no me gusta, me pone nerviosa y me hace plantear abandonar el libro en cuestión. También, me ha pasado con Drácula pero, desde el principio he sentido simpatía y admiración por Stoker y he seguido. Me gustó y me sorprendió que fuera tan gráfico en según qué momentos. La verdad, es que a pesar de no considerarme lectora estacional, las fechas me han predispuesto en el mood de sofá, castañas y vampiros y me he visto en Transilvania explorando el castillo del conde o entrando en casas ajenas en el Londres victoriano. Lo terminé feliz de haber leído este clasicazo, y fascinada de la capacidad del autor para casar todas las partes. Naturalmente, ahora, la necesidad de viajar a Rumanía es mucho más fuerte. |
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