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Crítica de rmrobles


rmrobles
26 September 2018
En el famoso inicio de su obra El horror sobrenatural en la literatura, Lovecraft declara que el miedo es la emoción “más antigua y más intensa de la humanidad”. Si intentamos un símil, podemos citar estos versos del poeta español Miguel Hernández: “El hambre es el primero de los conocimientos: / tener hambre es la cosa primera que se aprende”.

Desde esta perspectiva, en la novela Las uvas de la ira, del premio Nobel de literatura, John Steinbck, tenemos un crudo ejemplo de lo que el hambre llega a causar en una nación; mejor dicho, en ciertas personas. Para efectos prácticos, esta obra, como otras de Steinbeck, se inscribe en el realismo. No en balde, en el caso que nos ocupa, el telón de fondo es la década de los 30, específicamente la Gran Depresión y el Dust Bowl.

Esta moderna epopeya se centra en los Joad, una familia variopinta de agricultores, originaria de Oklahoma, quienes inician un peregrinaje en busca de trabajo cuando una empresa anónima se adueña de ciertas tierras. Debido a esto, empieza la travesía hacia California, que para ellos es la tierra prometida, pues desde allá llegan ofertas tentadoras de empleo. En ese viaje, la familia conoce a un expredicador, quien se les une.

Durante el trayecto, nos familiarizamos con los personajes y empezamos a conocer sus motivaciones, sus ambiciones, sus sueños. Sin embargo, todo eso es secundario. Lo que en realidad importa es que no hay trabajo, y si no hay trabajo, no hay dinero, y si no hay dinero, no hay qué comer... ¿Qué queda entonces? El hambre acuciante.

Siguiendo con la historia, se supondría que las penurias de la familia Joad serían menores al llegar a California. Sin embargo, poco antes de llegar se enteran, por quienes vienen de ahí, que no es lo que esperaban. Debido a las dos condiciones histórico-sociales ya mencionadas como trasfondo, el lector empieza a sospechar que ese éxodo está lejos de terminar, y que los problemas, que ya son muchos, solo se multiplicarán.

En efecto, había trabajo en California, pero la necesidad y la demanda del mismo era inmensas, razón por la cual los trabajos y sobre todo los sueldos, eran miserables; la maquinación capitalista detrás de esto es evidente.

Leemos en el capítulo vigésimo que alguien busca mano de obra, pero los trabajadores no saben cuánto les pagarán, ni dónde ni cuándo han de empezar; por eso, se muestran recelosos, a lo que el desconocido empleador les responde:
“Tengo derecho a manejar mis asuntos como a mí me plazca. Si ustedes prefieren estarse calentando el culo ahí sentados, perfectamente (…) Vamos a necesitar muchos hombres”.

A lo que un trabajador replica:
“Ya son dos las veces que he caído en la misma trampa. Quizá necesite mil trabajadores. Pero hará ir a cinco mil y solo pagará quince centavos por hora. Y ustedes, pobres infelices, tendrán que aceptar porque estarán muertos de hambre (…)”.

A partir de aquí, el más aciago destino parece envolver a los Joad, quienes se habían mostrado como una familia unida y fuerte, pese a la adversidad. Pero como todo tiene un límite, los Joad comienzan a desmoronarse. Aun así, hay un momento de respiro: cuando han hallado un trabajo aceptable. No obstante, un nuevo infortunio aparece: una inundación destruye el mísero lugar donde viven, lo que trae como consecuencia desesperación, enfermedad y, por supuesto, hambre.

Por supuesto, no es este el final de la novela, el cual, por su simbolismo, es uno de los más extraños que puedan leerse. Quien se sienta atraído por esta historia, recorrerá sin tedio las páginas que conforman esta voluminosa novela para saber el desenlace. La escritura es fluida, sencilla y concisa –lo que siempre se agradece en una lectura–, características aunadas a la profundidad psicológica y cruda que Steinbeck da a los personajes.

De los simbolismos de la novela, el más claro es el relacionado con el éxodo bíblico de los israelitas en busca de la tierra prometida. Por otro lado, hay una interesante estrategia narrativa: los capítulos pares se centran en las peripecias de la familia Joad; los impares son impersonales. Estos capítulos representarían a todos esos desconocidos que vivieron y perecieron en esa época, como las tumbas erigidas a los soldados desconocidos.

Un hecho interesante es que pese a que los Joad podrían verse como modelo de valores universales (amor, fraternidad, solidaridad, etc., que a fin de cuentas, parece ser lo único que queda después de leer esta obra), es curioso que Steinbeck y su novela fueran duramente criticados. Incluso esta fue prohibida en California en 1939.

Han pasado casi 80 años desde su publicación y la novela se siente actual. ¿Por qué? Las razones pueden ser muchas; menciono solo dos: el binomio pobreza-hambre y la lucha de clases, entendida en los términos postulados por Karl Marx. En otras palabras, estas dos razones siguen iguales, y seguirán; de ahí lo atemporal y vigente de esta obra. Condiciones como las expuestas en Las uvas de la ira me hacen pensar en la famosa frase de Plauto, popularizada por Thomas Hobbes: el hombre es el lobo del hombre. Desafortunadamente, el futuro inmediato no presagia una situación distinta a la actual.
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