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Una novela maravillosa. Sin tener nada que ver ni por temática ni por estilo, me ha fascinado de la misma manera inexplicable que lo hizo Stoner, el famoso libro de John Williams. Con una exquisita sencillez, ambos autores consiguen conferir a unas vidas sin especial atractivo ese encanto extraordinario que las convierte en el objeto de un relato conmovedor e inolvidable. La novela es la insuperable respuesta a una pregunta que el propio autor se hace: “¿Cómo hacer un libro que cualquiera quiera leer a partir de unas vidas tan apacibles como éstas? ¿Dónde ésta la vida de lujos y despilfarros ostentosos, la violencia, el sexo retorcido, los deseos de muerte? ¿Dónde los odios, las ambiciones políticas, la sed de poder? ¿Dónde la velocidad, el ruido, la fealdad, todo lo que nos hace quienes somos y nos hace reconocernos en la literatura?” “En lugar seguro” es una reflexión sobre la escritura y el arte, una exaltación de la cultura y la naturaleza, un precioso canto a la amistad, al poder de la voluntad, al trabajo. Una historia sobre cuatro personas buenas y generosas que, equivocadas o no, nunca pretendieron hacer ningún mal y sí buscar la felicidad de los que los rodeaban. Cuatro personas que llegaron a vivir en un paraíso como dos Evas y dos Adanes y en el que no faltó ni la serpiente ni la expulsión. “(la amistad) Es una relación que no tiene una forma establecida, no hay lazos ni obligaciones, como en el matrimonio o la familia, y no son la ley, ni la propiedad, ni la sangre quienes sostienen la unión; no hay en ella más adhesivo que el aprecio mutuo.” El eje de la novela es Charity, una de esas mujeres fuertes y decididas que le tocó vivir una época en la que las de su sexo tenían muy difícil (más) desarrollar su potencial. En vez de eso, Charity erigió su reino matriarcal desde el que dirigió la vida de cuantos la rodeaban viviendo vicariamente de los éxitos profesionales de Sid, su obediente y dependiente marido que, obligado por su mujer a abandonar sus pretensiones artísticas, no consiguió estar a la altura requerida en el mundo académico que le fue adjudicado. También Larry vivió una vida dedicada a su mujer, Sally, después de que esta contrajera la polio (una enfermedad que debería bastar para enterrar, metafóricamente hablando, claro, a todos y a cada uno de los antivacunas que por ahí pululan). Aun así, con mucho esfuerzo y trabajo consiguió cierto éxito tanto en su labor editorial como en su oficio de escritor. “Sospecho que lo que tanto hace enfadar a los hedonistas cuando piensan en los entusiastas del trabajo es que, sin drogas ni orgías, las personas que alcanzan sus metas nos lo pasamos mejor.” No es esta una historia de dolor y sacrificio, todo lo contrario. Habla de pactos y alianzas, de conciliaciones y adaptaciones, de comprensión y paciencia, pero, sobre todo, de un amor que prevalece gracias al respeto y la admiración que todos se tienen y al enriquecimiento que tales relaciones supone para sus propias vidas por encima de cualquier defecto, dolor o circunstancia adversa. Una gran novela. |
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