Al menos desde la década de 1980 los manuscritos originales y las cartas de Kafka gozan del estatus de objetos de culto. Se conservan en cámaras acorazadas cuya entrada está estrictamente controlada, se reproducen y se editan como facsímiles y siempre que se ofrecen en el mercado de autógrafos - lo que ya ocurre muy raramente - salen a precios astronómicos incluso para los recursos de las instituciones estatales. Eso no fue siempre así, y tal vez la prueba más impresionante de ello sea la manera en que el amigo de Kafka y administrador se su legado, Max Brod, procedía con los manuscritos originales. |