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ISBN : 8416748217
2115 páginas
Editorial: Acantilado (18/10/2016)

Calificación promedio : 5/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Yo soy la literatura», anotó Kafka en sus diarios. Esta afirmación enigmática y radical evidencia la compleja relación entre la vida y la obra de uno de los grandes autores del siglo pasado. Escritor dotadísimo, marcado por su fragilidad, por una extraordinaria finura espiritual, por su desbordante talento, y dividido entre la voluntad paterna de convertirlo en empresario y cabeza de familia y su propio deseo de consagrarse a unas pocas páginas que lo satisficieran,... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
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 12 April 2024
I


Reiner Stach es un reputado kafkólogo que ha abordado la ingente tarea de crear la biografía más completa, hasta la fecha, del autor checo. Y lo es hasta la fecha porque, como él mismo se afana en aclarar, cada biografía no es sino un intento de elaborar una síntesis del conocimiento, tanto fáctico como moral del biografiado, conforme los conocimientos acumulados y la visión del mundo del público concreto al que va dirigida. Así, toma como referencia las grandes biografías recientes sobre Goethe, Thomas Mann o Joyce que recogen de manera sintética, no abrumadora, los principales hechos biográficos, literarios, históricos y de contexto, pero también sin renunciar al enunciado de una tesis y a la expresión literaria adecuada. Porque, según asegura, si de un biógrafo de Mozart no se espera estar ante un compositor precoz, parece que si de un literato hablamos, una mínima competencia literaria es de agradecer.



Pero el empeño de elaborar una biografía de Kafka, a la luz de la inmensidad de estudios académicos de todo tipo publicados, en los que cada palabra escrita por el autor es estudiada, analizada y contrapuesta de manera exhaustiva y agotadora, afronta sin embargo innumerables obstáculos. Y es que pocas vidas ofrecen tantos ángulos oscuros, tanta incomprensible circunstancia o, por encima de todo, tanto interés del biografiado por despistar, por afirmar en sus escritos opiniones que parecen contradecir lo reflejado pocos días antes en las mismas páginas de sus diarios o lo que sus contemporáneos y amigos recuerdan.



Porque, entremos ya en el núcleo de la titánica tarea, de Kafka se saben muchas cosas puesto que el cuerpo formado por sus diarios y correspondencia es inmenso y, en gran medida, de limitado ámbito. Es decir, trata fundamentalmente de los pesares de Kafka, de sus miedos y retos, de sus fracasos y escasas victorias, de una continua autoobservación, rayano en lo neurótico. Pero, por otro lado, apenas es todo lo que tenemos, y siempre nos queda la duda de en qué medida esos escritos no eran sino el medio de exorcizar tales temores y, por tanto, reflejan tan solo una pequeña parte de la realidad. Porque también nos consta que muchas de sus alegrías apenas aparecen por esas páginas, que los hechos que parecen losas que le vencen y anulan, no dejaron huella aparente en su comportamiento y conducta con sus amigos, que él mismo se tomaba a chiste sus manías y temores, que tal vez el juego de la escritura tenga una parte importante también en esos diarios y cartas.



La labor es, por tanto, ingente y requiere de infinidad de información que sirva para desbaratar la inmensa cantidad de pruebas falsas que Kafka deslizó aquí y allá, para sacar a la luz un cuadro más verídico. Así, Stach decide abordar el trabajo estructurándolo en tres grandes bloques. Uno primero que le lleva desde el nacimiento hasta el fin de sus primeros intentos literarios, ya instalado como funcionario del Instituto de Seguros de Accidentes Laborales para el Reino de Bohemia. Una segunda parte en la que se aborda su despertar definitivo como escritor con la publicación de su primer libro, Contemplación, la epifanía de la condena y las consiguientes La metamorfosis o El proceso. Un tercer volumen recoge el periodo final de la vida de Kafka, de 1918 a 1924, años en los que la enfermedad se conjura contra él pero que le permite, trágicamente, desvincularse progresivamente de su trabajo anodino y darle fuerzas para abandonar por primera vez Praga y, tal vez, encontrar algo parecido a un amor no convencional, al menos a los ojos de su padre.



Pero Stach es lo bastante humilde como para comprender que la publicación cronológica de estos tres bloques podía dar al traste con la empresa completa. Por ello, comienza con la época más conocida, con aquella de la que hay más referencias en diarios y correspondencia, la que tiene un mayor peso de la obra literaria, y es el volumen central, el titulado como Los años de las decisiones, el que resultó primero en publicarse. En España fue editado por Siglo XXI y la correspondiente reseña fue aquí recogida.



Sin embargo, la obra de Stach en nuestra lengua no tuvo continuación hasta la reciente publicación de los tres volúmenes completos gracias a Libros del Acantilado en una lujosa edición en rústica, dos volúmenes recogidos en una gruesa funda y con traducción de Carlos Fortea. Todo un lujo que compré en la fecha de su publicación (2016) pero que aguardaba hasta ahora para ser leída.



Comenzaré por el primer libro, Los primeros años, saltándome el segundo, ya reseñado aquí, para pasar al tercero y último, Los años del conocimiento.





II



Reiner Stach se felicita por haber decidido postergar la escritura de este volumen en contra de lo que un criterio más prosaico le habría sugerido, esto es, la simpleza cronológica. Aunque esta estrategia le supuso complejidades adicionales al tener que referirse en Los años de las decisiones a acontecimientos, hechos y personas que deberían haber sido introducidas en el texto aún no escrito, lo cierto es que pudo beneficiarse del avance del conocimiento que sobre estos primeros años ha logrado la investigación académica, así como la aparición de diversos documentos, legados, cartas y memorias que se han publicado recientemente, una vez iniciado ya el esfuerzo escritor. Así, considera que este primer volumen se ha visto enriquecido con material relevante que puede suplir de alguna manera la oscuridad de estos primeros años.



Pese a ello, Stach ha tenido que recurrir a los antecedentes familiares, al ambiente escolar en la Praga de la época, a la vida de los amigos íntimos de Kafka, muy especialmente Max Brod ya hacia el final del volumen. Pero, pese a que en muchas ocasiones la figura de Kafka parece diluirse y pasar a un segundo plano, el autor lo hace con una habilidad tan manifiesta que, sin apenas darse uno cuenta, despliega con precisión ajedrecística cada pieza de lo que conforma el peculiar universo vital de Kafka y nos lo deja listo para el inicio de la gran partida que supone Los años de las decisiones.





Son pocas las notas biográficas que podemos tener de estos años. Ahora bien, cada una de ellas se llena de contexto. Pongamos por caso la primera escuela de Kafka, ese primer día de colegio, el camino a la escuela y su desvalimiento entre otros escolares, él que tan protegido había vivido hasta la fecha. Aunque poco hay que decir aquí, lo cierto es que Stach hurga en las profundidades del sistema educativo bohemio, en las peculiaridades de las escuelas checas frente a las alemanas, en los planes de estudio y la normativa lingüística, en torno a los recuerdos que muchos de los contemporáneos de Kafka pusieron por escrito sobre esas mismas instituciones, sobre los tipos de ejercicios memorísticos, lecturas, trabajos, exámenes, muestras de disciplina irracional, y tantos otros aspectos que, sin ser determinantes para la figura de Kafka, sí que nos aportan una peculiar visión de la vida privada de una provincia del Imperio.



Pero, como he dicho, de manera inexorable, Stach va jugando sus cartas con notable habilidad. Nos presenta todos esos elementos que consideramos consustanciales y que, inevitablemente, aparecen en cualquier biografía sobre Kafka. La figura del padre y su dedicación al comercio, la dulzura de la madre que, sin embargo, en última instancia no hace sino secundar las opiniones del padre, no se sabe si por convicción o respeto. La figura de las hermanas y de la familia, el tío de España y los sueños de viaje a Centroamérica, el loco tío Rudolph, la insípida religiosidad vivida en la familia, los continuos cambios de domicilio. También el enorme síndrome del impostor de Kafka, esa idea fija de que, hasta la fecha, todos los éxitos alcanzados no han sido sino fruto de la casualidad o de una extraña concatenación de hechos afortunados que, por fuerza, han de terminar por venirse abajo en la siguiente prueba dejando patente la plena incompetencia del joven Franz. Y esto se aplicaría al paso de curso, a la reválida, al ingreso en la Universidad, a la obtención del título de doctor pero también a aspectos como su propia vida amorosa, sexual, o su competencia literaria. Un rasgo de carácter tan peculiar y propio de Kafka que parece increíble que en lugar del prosaico nombre de síndrome del impostor, no reciba el de síndrome de Kafka.



El proceso de maduración de Kafka se despliega en diversos ámbitos, no siempre coherentes, nunca suficientemente bien ponderados. Aquí entra su autoexploración que, en una persona débil y de complexión delgada, pero sano a todas luces, resulta incomprensible, si bien, el tiempo terminaría por darle la razón. También cabe aquí su interés por la vida naturista, las comidas vegetarianas, los ejercicios aeróbicos y gimnásticos, su pasión por los paseos campestres y las largas caminatas, por los baños en el Moldava o en cualquier río o lago con que se topara el caminante.



También su desinterés por la música, por el estudio académico, tal vez por la teosofía o por lo que podemos definir como alta cultura, su total y absoluta falta de capacidad para las relaciones convencionales, la charla insípida o los cortejos galantes. Su gusto por vinaterías antes que elegantes cafeterías, por locales de alterne de dudosa reputación o por frecuentar el sexo de la mano de prostitutas, cuestión no del todo mal vista en jóvenes solteros en la sociedad de la época.



Y en cambio sí aflora una pasión fija, una a la que parece agarrarse con fuerza cuando todo a su alrededor parece tambalearse. Esa literatura que primero es tan solo leída pero que, pronto, es creada por el propio niño, mediante juegos de invención, de remedo de lo que lee. Y, como se señala en el libro, aunque parece que uno de cada dos jóvenes de la burguesía germanohablante de Praga parece haber escrito un libro o haber estado a punto de publicarlo, lo cierto es que muchos de los amigos de Kafka pronto se darán a Welschen diversas revistas o mediante títulos propios, como el ubicuo Brod, pero también Welsch u Oskar Baum.



Por contra, Kafka guarda silencio sobre sus trabajos. No los cree a la altura, aunque sinceramente tampoco parece valorar en demasía los esfuerzos de sus compañeros. Sus primeros trabajos se han perdido y no podemos hacernos una idea clara al respecto. Parte de ellos fueron entregados a Welsch en una muestra suprema de vulnerabilidad y confianza, pero desconocemos el juicio que estos textos merecieron de este amigo fiel. Tal vez fueron lo bastante neutros como para no desanimar al joven Kafka, pero tampoco lo suficientemente laudatorios como para llamar a engaño sobre un talento innato que no precisara de la constancia y el trabajo.



Porque, como se verá con mayor detenimiento en Los años de las decisiones, el ideal de escritura de Kafka lo forjará en torno a la idea de que la inspiración se aferra a la pluma y dicta con firmeza lo que el escritor ha de recoger con su pluma, al modo de lo vivido en la redacción de la condena, ese breve relato que le llevó ocho horas de insomnio y que ,en adelante, sería su completo ideal. Esa creencia de que necesita tiempo, aislamiento, concentración, separación del mundo para poder recibir ese don y volcarlo. Todo lo que no le llegue de ese modo apenas merecerá su aprobación. Pero aún estamos lejos de esa noche de epifanía y grandes consecuencias. Por ahora, los afanes literarios de Kafka se vuelcan en textos juveniles ahora perdidos y en dos breves textos inconclusos, lo que viene a ser el preludio de una auténtica seña de identidad.



Descripción de una lucha es el primero de estos textos, a cuya escritura dedicó varios años, con revisiones, versiones alternativas, estructuras variadas e interludios oníricos. Un galimatías al que Max Brod trató de dar forma coherente y publicable tras la muerte de Kafka dado que solo un pequeño pasaje del mismo había visto la luz previamente en una revista praguense. Es un texto hijo de su tiempo, de un expresionismo que marcaba a toda la juventud literaria de la época, pero que se escapa del género bajo la forma de un tema escurridizo, tal vez intuido a través del título, que fue otorgado por el propio Brod antes que por Kafka y que aún hoy sigue sorprendiendo por su extrañeza de un modo muy diferente al que lo hará el resto de su obra.



Pero es ya en Preparativos para una boda en el campo, otro título dispuesto por Brod a título póstumo, donde tenemos esa intuición del universo Kafka. Nos encontramos con la reflexión sobre el matrimonio, la soledad, la pesadillesca pugna por avanzar hacia un destino, un final que se antoja inalcanzable, un texto que deja a un lado los hallazgos lingüísticos y metafóricos de Descripción de una lucha pero al que aún le falta ese meollo kafkiano, que se intuye pero que se escapa entre sus líneas.



Hay otro aspecto que Stach resalta en este libro y que era fundamental para la formación de todo joven burgués de la época: los viajes al extranjero. Kafka visita diversos lugares, si bien, especialmente París le resulta de agrado por su admiración hacia las letras francesas, muy especialmente, Flaubert. de esta visita sacó ideas para obras como El desaparecido o incluso El proceso, prueba de que estas visitas alimentaban y ensanchaban su provinciano mundo praguense.



Pero el viaje mejor documentado, junto a Brod y su hermano, fue el realizado a Suiza y, posteriormente a Italia, donde acuden a la exhibición aeronáutica de Brescia, todo un acontecimiento futurista para aquellos años, y del que Kafka dejó constancia en Los aeroplanos de Brescia, un texto periodístico, muy diferente a sus escritos literarios, pero en el que deja ver un talento que, lamentablemente, no explotó en el futuro. Este texto fue publicado en un periódico de Praga y es, en su excepcionalidad, una hermosa prueba de los talentos de Kafka para enfrentarse a un mundo cambiante, de máquinas y leyes físicas, que tanto juego le darían en sus próximas obras.



Stach desarrolla en más de setecientas páginas lo que en una biografía al uso de Kafka se despacha en unas cuarenta.. Las notas son aclaratorias, en especial las referidas a obras del propio autor, cartas o entradas de los diarios, lo que facilita acudir al punto concreto que uno quiera leer con detenimiento dentro de un corpus tan extenso. Además, el modo en que se han configurado los tres volúmenes de la biografía, permite que un lector pudiera saltarse este primer libro, si bien, como decía al inicio, cada una de las aristas complejas que forman la personalidad, también la obra de Kafka, se prefiguran en estos años y Reiner Stach sabe convertirse en el perfecto guía para poder acompañar a Kafka en el viaje por sus años posteriores.

IIi
Estos párrafos (los dos primeros de la Introducción) dan la correcta medida del titánico esfuerzo desplegado por Reiner Stach a la hora de escribir este ambicioso libro (Kafka. Los años de las decisiones), primero de una serie que pretende convertirse en una biografía completa del autor praguense. Precisión absoluta en cuanto a las afirmaciones vertidas y a la expresión de las mismas son, por tanto, las divisas de Stach a la hora de abordar este trabajo, reflejando así cierta identificación con el estilo literario del biografiado. Y es que el autor, experto en la obra de Kafka y con varios libros sobre el famoso escritor a sus espaldas, es consciente de que la kafkología, es decir, la mitología alrededor de este escritor, tiene sus propias reglas y su propio discurso totalmente desligado de la realidad, un mundo que se alimenta a sí mismo; hay que centrar nuevamente nuestras ideas tomando como base hechos ciertos, citas tomadas de diarios y correspondencia (pero no necesariamente aquellas que han quedado ya desgastadas por su uso y abuso, por su empleo partidista para defender una opinión apriorística) no cediendo al impulso de dar un salto al vacío y especular sobre la trascendencia de determinados acontecimientos en la vida del biografiado si carecemos de la certeza suficiente o, al menos, si no tenemos una probabilidad de veracidad muy elevada. En definitiva, perder el miedo al vacío, a los espacios en blanco, renunciar al deseo de completitud y omnisciencia, ese vicio tan frecuente de las biografías al uso y que tanto se explota con fines comerciales. Precisamente éste es uno de los motivos por el que Stach centra este libro en lo que denomina "los años de las decisiones", aquellos comprendidos entre 1910 y 1915, años en los que asistimos a hechos tan trascendentales como la confirmación de las dotes literarias de Kafka, su relación con Felice Bauer (y su posterior ruptura), la creciente confirmación de su carácter, disociado entre la Vida y la Literatura; el afianzamiento de una firme voluntad de abandonar su cómodo y seguro trabajo de funcionario, la vida familiar en Praga, y partir a Berlín para comenzar una nueva vida, proyecto éste frustrado por el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Evita así, la biografía juvenil esbozada por otros autores, pero que presenta excesivos espacios en blanco como para fundamentar en ellos conclusiones perdurables. El libro tiene, en su edición española, 650 páginas de texto a las que hay que sumar 59 en las que se recogen las notas correspondientes, un índice onomástico, de obras citadas, etc. Y en ese gran teatro en blanco, Stach sabe ir desplegando con paciencia infinita las claves precisas para comprender estos años de la vida de Kafka. Tampoco ahorra detalles para hacer comprender al lector aspectos sociales e históricos relevantes. Así, se describen las desavenencias internas de los sionistas tras la muerte de Herzl, el efecto que la acogida de judíos orientales provenientes de Galitzia tuvo en Praga tras 1915, el novedoso campo de los seguros laborales en el que Kafka trabajó con pericia o los preliminares de la Gran Guerra, acontecimiento que tanta importancia tendría en el curso del siglo XX, pero también sobre Kafka, pese a su manida imagen de indiferente a los acontecimientos de su tiempo. Si tuviéramos que elegir el momento más trascendental en la vida de Kafka, aquél a partir del cuál se pueda trazar una línea divisoria de no retorno, sería sin duda la noche del 13 de agosto de 1912. Durante esa noche, sumido en una especie de trance, Kafka escribe su primer relato completo, el primero con el que siente plenamente identificado, el que deja atrás los esfuerzos recopilados para la publicación de su primer libro (Contemplación). Pese al agotamiento natural, Kafka siente la fuerza de una naturaleza que actúa a través suyo, que le impele a escribir y que logra dar forma a una narración en la que, todavía tiempo después, el propio Kafka continuaría encontrando claves que ignoraba en el momento de su escritura. Los esfuerzos anteriores de Kafka con las letras se han perdido en su gran mayoría, tenemos ejemplos desperdigados en sus diarios, los fragmentos de Descripción de una lucha o las viñetas recogidas en el citado Contemplación. Sin embargo, La condena nacía de un esfuerzo y una conciencia muy diferente; en ella se encuentran muchos de los elementos sobre los que girará el resto de la obra de Kafka (integración de elementos personales en el texto, la idea de culpa y castigo, la figura de una autoridad que administra la pena, ...). Se inicia así el primer estallido creativo de Kafka ya que, pocos días después comienza La metamorfosis y da comienzo a su novela americana, El desaparecido, consolidando el mundo literario y estético por el que hoy es conocido. En ellas volcará su mundo interior, pero también sus conflictivas relaciones familiares que le atormentaban y que tanto hicieron por de
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Citas y frases (1) Añadir cita
GwwGww12 April 2024
La vida del doctor Kafka, funcionario de seguros y escritor judío de Praga, duró 40 años y 11 meses. De ellos, 16 años y seis meses y medio correspondieron a su formación escolar y universitaria, y 14 años y ocho meses y medio a la actividad profesional. A la edad de 39 años, Franz Kafka obtuvo el retiro. Murió de tuberculosis de laringe en un sanatorio de Viena. Aparte de sus estancias en Alemania -sobre todo, viajes de fin de semana-, Kafka pasó unos 45 días en el extranjero. Conoció Berlín, Múnich, Zúrich, París, Milán, Venecia, Verona, Viena, y Budapest. Vio el mar en un total de tres ocasiones: el mar del Norte, el mar Báltico y el Adriático italiano. Además, fue testigo de una guerra mundi
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