La primera vez que vi a Lillian Pentecost, estuve a punto de hundirle el cráneo con una tubería de plomo.
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La primera vez que vi a Lillian Pentecost, estuve a punto de hundirle el cráneo con una tubería de plomo.
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Me convertí en el comodín del circo, capaz de ayudar a prácticamente cualquiera de los artistas y a rellenar vacíos si era necesario. Pero nunca dejé de tener que rellenar el corsé.
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10 negritos