Almendra

“Monstruo”, “robot”, “idiota”…
Son algunos de los adjetivos con los que el joven Yunjae, de tan solo dieciséis años, debe convivir día tras día. Ni tan siquiera las lecciones de su madre y los consejos de su abuela son de ayuda para adentrarse en un mundo lleno de emociones y normas no escritas que, debido a una enfermedad neuronal (alexitimia), son indescifrables para él. Sin embargo, su vida dará un giro de ciento ochenta grados tras producirse el asesinato de su abuela y la entrada en coma de su madre.

En este nuevo viaje parece que no habrá nadie a su alrededor que pueda enseñarle cómo seguir relacionándose, dando lugar a situaciones incomprensibles que le llevarán a tomar decisiones que nunca antes hubiera podido.
Su pequeño núcleo cambia poco a poco con la aparición de su vecino el doctor Shim, del profesor Yoon, del macarra de Goni o de la atlética Dora. Gracias a cada uno de estos personajes descubrirá una parte de si mismo que desconocía tener y sobre esa transformación es sobre lo que versa “Almendra”.

Este libro trata sobre el descubrimiento, pero también sobre la identidad que se crea sobre nosotros mismos. Yunjae no puede cambiar la cascara de lo que es en realidad, pero si que puede intentar desarrollarse y crecer por dentro para relacionarse con las personas que le rodean.

La metáfora de que Yunaje es como una almendra encaja a la perfección con la imagen que tiene la gente de él, dado que es una especie de recipiente vacío que es incapaz de reaccionar ante nada o nadie. A pesar de ello, no puedo obviar el símbolo y la escena de la mariposa (no diré más porque no quiero hacer spoiler). La mariposa es en muchas culturas es un símbolo de cambio y de transformación. Por ello, quiero pensar que Yunjae nunca fue una almendra vacía sino más bien una mariposa en su crisálida.
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