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“Eso es el invierno, un recordatorio de cuándo hay que detenerse y cuándo hay que volver a la vida” Ali dice que decía Keats que “odiamos la poesía que obedece a un propósito evidente”, y es muy cierto. Ignoro cuál puede ser la razón psicológica, pero efectivamente preferimos y hasta aceptamos mejor los mensajes que nos llegan con sutileza o de forma indirecta. Quizá por eso haya disfrutado algo menos, apenas un poco menos, con esta segunda entrega del cuarteto estacional: el mensaje que recorre la novela, al igual que recorría la anterior, de compromiso con la naturaleza, con los desfavorecidos, con el futuro, es mucho más expreso y evidente. Y no es que esté en desacuerdo con el mensaje, al contrario. Es más, uno se siente un poco incómodo al verse retratado como esa gente que se atrinchera en su pequeño mundo y, aunque intenta no ser parte del problema, tampoco se decide completamente a formar parte de la solución. “Los manifestantes consideran que tienen el deber de despertar a los dormidos… si cierras lo ojos, estas muerto.” Por eso comprendo la necesidad de estas llamadas de atención, de la indignación ante tanta apatía hacia un estado de cosas que debería echarnos a todos a la calle a protestar, y del que es una simple pero relevante prueba esa noticia que la autora tuvo necesidad de incluir en su novela. Me refiero a la organización europea de extrema derecha Generación Identitaria que funciona en varios países europeos y que llegó a recaudar más de 60.000 € de donaciones para fletar un barco con el objetivo de impedir las operaciones de rescate de migrantes y "atacar, bloquear y, si es necesario, hundir" pateras. “Todos los sitios son un aquí.” Ante este tipo de noticias a uno se le cae el libro de las manos, por bello que sea (sobre la belleza del texto no se me ocurre nada más que añadir a lo que ya apunté en mi comentario a “Otoño” por lo que no les aburriré repitiéndome), y se pregunta cómo es posible que de la misma especie animal pueda surgir tanta belleza y al mismo tanta fealdad, tanto bien al lado de tanto mal, y que en medio de ambos polos haya tanta nada e indiferencia, una pregunta que la autora se encarga de suscitar con mucha fuerza e insistencia mostrando ejemplos de todo ello. “El mundo está lleno de personas para quienes la búsqueda de sentido se encarna en un pájaro no autóctono de este país que de pronto aparece en este país.” En esta segunda entrega volvemos a vérnoslas con la expresión de la futilidad que inunda nuestro mundo que pueden ser esas situaciones burocráticas que la autora parodia con tanto acierto y humor. También se vuelven a resaltar con la misma imaginación y talento los enormes obstáculos que encontramos para comunicarnos, las dificultades de la palabra, que muchas veces confunden más que aclaran, diluyen los significados más que reforzarlos, y como todo ello se amplifica con las redes sociales y la catarata de información inútil que sepulta la útil cuando no la tergiversa, retuerce o falsea por intereses espurios. “Me gustaría que estuviésemos llenos de agujeros, dice ella. Quizá todas las cosas que no podemos expresar simplemente fluirían.” Esto se dice comentando las esculturas de la figura femenina que Ali resalta en esta novela: Barbara Hepworth. |
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