Canción dulce

Conciliación es una de las palabras más empleadas hoy en día por quienes dan el paso de ser padres y madres, pero también es una de las más vacías. Muy pocos son los países en los que existe una eficiente conciliación entre la vida familiar y la laboral, y mientras tanto las parejas con hijos se afanan en montar un puzle en el que rara es la vez que no falta una pieza, o tarda en aparecer o se extravía por un tiempo, y desluce eso que llaman criar sin renunciar.

Podría deciros que Canción dulce habla de eso, de un matrimonio con hijos, de una madre que quiere recuperar su carrera profesional, de una niñera aparentemente perfecta que llega a salvar la situación; pero os mentiría. Canción dulce habla de muchísimo más.

Con un inicio desgarrador, Leila Slimani abre la caja de Pandora de todos nuestros miedos. ¿Conocemos verdaderamente a las personas a quienes confiamos a nuestros hijos? Y una vez sembrado el temor, una vez desatada la sospecha, la incomprensión, la angustia... nos lleva a través de una cuenta atrás en la que no hay lugar para la empatía, solo para la incomodidad porque la canción dulce se vuelve amarga cuanto más se carga de temática social desgraciadamente actual.

Conmigo ha cumplido su cometido: me ha impactado, dolido, desagrado en ocasiones y con todo ello sacudido. Me ha abierto los ojos al lado más oscuro, ese del que no queremos saber a pesar de no poder negar su existencia. Y lo ha hecho con un estilo literario que me ha conquistado por completo.

No puedo recomendar este libro sin cortapisas. Has de estar preparado o preparada para entrar en una atmósfera que no deja pasar ni un rayo de luz. Pero si puedo animarte a probar a Slimani pues a mi vida ha llegado para quedarse.