Los cien amores de Julieta

-[…] un final triste no borra toda la felicidad que experimentaron antes, ¿verdad?

-No hay amor que valga la pena si no te rompe el corazón cuando se acaba.

La he amado una y otra vez a lo largo de los siglos.
Y la he perdido todas y cada una de las veces, de una manera u otra.

Y entonces se queda con la boca abierta y me mira como si fuese un marinero que lleva mucho tiempo perdido en el mar pero que, de repente, ve la Estrella Polar frente a él.

«El tiempo no importa —solía decirnos papá a mi hermana y a mí—, porque si vives con vistas a que habrá un final, ya has perdido».

En cambio, me clavó un puñal por la espalda y, al hacerlo, me entregó la cerilla que necesitaba para quemarlo todo hasta los cimientos, metafóricamente hablando.

Preferiría tener siete horas contigo que setecientos años sin ti.

Aunque hubiesen pasado para aquel entonces más de siete décadas desde que había rodeado la mano de Julieta con la mía, desde la última vez que había sentido su cabello contra mis mejillas, desde que me había quedado dormido con mi amada a mi lado. La echaba de menos tanto como las estrellas añorarían el cielo si alguna vez cayesen a la tierra.