La sacudida de dolor fue tan terrible que me olvidé de todo al instante. Sentí como si me diesen una paliza brutal y rítmica en la boca, la garganta y todo mi cuerpo. Empezó en la punta de mi lengua, se abrió paso hasta la base y luego atravesó las encías y el paladar con un sonido agudo y ensordecedor, todo mientras la boca se me llenaba de un rojo oscuro y resonante, un ocaso de tonos graves y estruendoso, casi tanto como la percepción humana.
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