“No es verdad que el tiempo cure las heridas, solo cambia de lugar las cosas” ~Azul salado de Marta Simonet. No sería un libro que hubiese elegido si no fuese porque llevamos más de un mes sumidos en la lluvia, en la oscuridad y en la humedad de este clima gallego. Creo que mi cuerpo necesitaba teletransportarse al sol, a la claridad y al azul del Mediterráneo, sintetizar vitaminas aunque fuese en papel. Por eso este libro se vino conmigo a casa. ¿Y qué tal? Ni tan mal. Una historia amable que te lleva de doble viaje: por un lado, un viaje culinario que, contra todo pronóstico, no se me hizo pesado y, por otro, al sol y buena temperatura de una isla en el Mediterráneo, a una vida tranquila y reposada. Conocemos a Marina que regresa a Mallorca cuando su madre, impedida por el dolor en sus manos, no puede atender la tienda familiar La Ultramarina. La joven ha de hacerse cargo del negocio y poco a poco se sumerge en las recetas que su abuela Carmen dejó por escrito y en la historia de su familia. Me ha gustado por partes. En primer lugar, porque, como os digo, necesitaba algo de sol y luz aunque fuese en el papel y en mi imaginación; y, en segundo lugar, porque yo también tuve una abuela Carmen. En mi caso no era experta en la cocina –aunque reconozco que ya me gustaría que hubiese dejado por escrito algunas de sus recetas que parece que aún saboreo– sino que era costurera. Por supuesto, aquí también amores, el clima lo facilita y, como era de esperar, la parte del amorío y la inmadurez de la protagonista para hacer frente a una situación determinada y las vueltas que le da me ha sobrado por todos los lados. ¡Con lo bien que estaba yo en esa cocina! El libro es también un viaje a la infancia de todos los lectores; una historia sencilla y sin complicaciones así que si necesitas un viaje no es una mala opción, al estilo de “Pan con semillas de amapola” pero más tirando a juvenil. + Leer más |