Los incomprendidos

Una novela que aún me hace crujir el corazón. “Los incomprendidos” y sus protagonistas ya forman parte de mi familia literaria, de aquellos que me acompañarán de la mano toda mi vida con su enseñanza eterna. Pedro Simón nos adentra en un drama familiar descarnado. Una historia contada por sus propios protagonistas donde queda establecido que la felicidad son gotitas en suspensión en un ambiente gris y que, para vivir, hay que aprender a digerir los traumas.
Partimos de un núcleo familiar formado por cuatro miembros, un matrimonio y dos hijos, de clase media, sin aparentes problemas de cara al exterior, pero con un convulso y traumático mundo de puertas para adentro. El autor nos alecciona con la vida misma, un camino que parece fácil pero que está repleto de dolor, problemas y sufrimiento. Una senda que suele transitarse llena de guijarros y raramente asfaltada. Cabe destacar los auténticos pilares de esta novela, la gestión de los malos momentos y el abismo generacional, algo que no enseñan ni en casa, ni en el colegio, ni llevamos descrito cómo tratarlo de manera innata, algo imprescindible y que obviamos para no enfrentarlo.
Me ha sorprendido gratamente la manera de narrar la historia, la elección de varios narradores, en primera persona, los protagonistas en pleno, llevando el peso de su propia historia, para no esconder nada. En este sentido, me ha llegado a sorprender con su final narrativo, dejándome un sabor de boca dulce a pesar de tanta hiel a través del testimonio del epílogo del más optimista de todos. Inés, Javier, Clara, todos son un espejo donde mirarse, un ejemplo escrito al que hacer anotaciones de aprendizaje en su margen.
Solo puedo aconsejar lo que yo hice, abrir el corazón a sus letras, dejar que sus personajes aniden en él, abriendo sus ventanas y aireando su interior y hacer acopio de un buen paquete de pañuelos para soltar toda la emoción que sin duda os generará. Os puedo asegurar que tendréis una visión de la vida muy distinta después de leer esta genial obra de Pedro Simón.