Kafka y la muñeca viajera

El galardonado con el premio nacional de literatura Infantil y Juvenil en 2007 por Kafka y la muñeca viajera, Jordi Sierra i Fabra, inspira su obra en una experiencia del escritor checo Franz Kafka. Centra su historia en unas misteriosas cartas de las que sólo se tiene constancia a través de Dora Dymant, la compañera de Kafka durante su último año de vida en el que supuestamente fueron escritas. En palabras de esta señora, el interés mostrado por el escritor y el estado en el que las escribió era comparable al de cualquiera de sus obras importantes.

¿Qué lleva a Kafka a compadecerse de una niña que llora amargamente en un parque, siendo él una persona de escaso trato con niños? Quizás su gran sensibilidad o tan sólo compasión. ¿Existió realmente esa niña que perdió su muñeca? ¿Una niña sola a la que Kafka pudo acercarse día tras día sin llamar la atención de sus padres u otras personas del entorno de esta? En la actualidad resultaría casi impensable ver a un niño sólo en un parque sin la compañía de sus padres o cualquier otro adulto. Sin embargo esa es otra historia.

Lo cierto es que sea cual sea la respuesta a esa última pregunta hay que valorar la ingeniosa solución del gran escritor y filósofo para tranquilizar a la niña que lloraba desconsoladamente y a la que nadie parecía hacer caso alguno. Kafka para tranquilizarla por la pérdida de su muñeca se inventa una historia en la que la su juguete no se pierde sino que viaja para conocer mundo y él, es un cartero de muñecas que se encarga de repartir la correspondencia entre muñecas y dueñas.

Secretamente Kafka tenía que inventar cada día la carta que Brígida, la muñeca de la niña, enviaba desde distintos lugares del mundo.
Es curioso como el escritor observa todos los detalles, las expresiones y las intenciones de la niña en el momento en que ella va a hacerle una pregunta; el valor que da a la etapa de la infancia. Mide sus palabras y el contenido de las cartas para no causar un daño irreparable en la niña, para que poco a poco se vaya preparando para decir adiós a la muñeca Brígida para siempre sin temores, sin miedos ni reproches porque la vida va un poco de eso. de dejar ir y perdonar con el tiempo.

Me gustaría además resaltar el valor de la literatura, de una buena historia, para ayudarnos a superar nuestros miedos, tristezas, momentos de desánimo… La literatura puede llegar a ser el motor que nos ayude a dar el paso hacia delante que necesitamos. El motor que nos impulse la valentía de la que en algunas ocasiones carecemos. Eso nos enseñan las buenas historias, a dar valor a la vida, a lo que uno tiene y a lo que ha perdido.

Cada carta además de presentar un lugar del mundo, invita a la niña, Elsi, a aprovechar cada momento y seguir hacia adelante, enseñando lo perverso que es el miedo y cómo querer a alguien implica en muchas ocasiones… dejar partir.

La complicidad del protagonista y la niña cada vez es mayor. Las cartas fluyen con total facilidad. Mientras, la muñeca recorre el mundo viviendo sus propias aventuras, separada de Elsi pero a la vez a su lado a través de las cartas. La niña siente que su muñeca sigue ahí, las palabras que Kafka le va leyendo día tras día son muestra de ello. Su muñeca no la ha abandonado.

A partir de aquí la crítica contiene algunos spoilers pero están debidamente ocultos, si no queréis leerlos no hagáis clic en mostrar.

Pero en este mundo nada es para siempre y toda historia debe acabar en algún momento. Para Kafka y para la niña, era necesario terminar con esa correspondencia, ninguno de ellos debía aferrarse para siempre a las cartas de la muñeca viajera. Para ello, el protagonista idea el noviazgo y casamiento de la muñeca. La muñeca da las gracias a Elsi por haberla tratado tan bien, por haberle dado la libertad que tanto ansiaba para poder vivir su propia vida. Elsi cree que esa es la última carta que recibirá de su muñeca pero más adelante se dará cuenta de que no es así, Brígida todavía tiene una sorpresa para ella.

Me fascina el valor pedagógico de los relatos; cómo me gustaría hilar los conocimientos que se imparten a los niños a través de historias como “la muñeca viajera”. A través de dichas historias la niña va aprendiendo conceptos nuevos, conoce lugares de los que nunca había oído tan siquiera hablar y se interesa por ellos. Aprende sin saberlo, sin intención. Y esos conocimientos se quedan con ella para siempre pues no hay aprendizaje más significativo que el que se obtiene a través de la experiencia de la vida y de las buenas historias.

Kafka tras entregar esa última carta siente que le falta algo, su historia no puede acabar así, con un final feliz solo a medias ya que en la infancia todavía existen los finales completamente felices. Elsi recibe una muñeca nueva.

La reacción entusiasta de la niña al recibir a Dora, su nueva muñeca, ¿hubiera sido la misma si el protagonista o los padres de la niña le hubieran comprado una nueva el mismo día en que perdió a Brígida? Siento que no. Desde mi punto de vista, parece ser que el ser humano no puede sustituir a sus seres queridos, a las personas que anhela sin más. Debe dejarlas ir poco a poco.

Al final de la historia Kafka reflexiona sobre la necesidad de tener en el mundo carteros de muñecas. Se entristece por no haber tenido uno propio, por no haber encontrado en su vida a una persona que anónimamente le ayudará en sus momentos de juventud más difíciles, en sus constantes riñas con su padre. Pero también reflexiona sobre la idea de lo necesarias que serían las muñecas viajeras y sus carteros para devolver la ilusión no sólo a los niños, también a los adultos que durante años y años se encargan de perder sus sueños y dejarlos olvidados y escondidos.

Creo que Dora Dymant no llegó a conocer a la niña receptora de las cartas, tal y como Jordi Sierra i Fabra lo expresa en el libro. Me pregunto si llegó a ver los manuscritos realmente o si todo obedecía a una historia tramada por Kafka para preparar a Dora para su irremediable y temprana pérdida puesto que el protagonista, Kafka, murió un año después. El mismo lo sentía. La tuberculosis que padecía desde hacía mucho tiempo se lo llevó y con él se fue el cartero de muñecas.

No puedo saber si esta historia ocurrió de verdad lo que sí sé es que me gustaría que hubiese ocurrido. Me gusta pensar sobre la idea de que un escritor que había escrito libros de filosofía tan complicados como La Metamorfosis” fuera capaz de hablar a una niña de una forma tan cercana y utilizar ese don que tenía de la palabra para ayudarla a superar una pérdida. Las personas capaces de escribir textos que a priori parecen difíciles a menudo nos resultan extrañas. Tendemos a equiparar filósofo a inaccesible pero olvidamos que detrás de ellos también existen personas.