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Cristian Florescu es un joven con una vida normal junto con su familia. Rumanía está atravesando un mal momento, pero él sigue con la ilusión de convertirse en un buen escritor en un futuro. Pero todo cambia cuando la policía secreta lo tiene en el punto de mira, por lo que Cristian tendrá que hacer coas impensables para él hasta el momento por tal de mantener a su familia a salvo. Para ello deberá infiltrarse en una casa y hacer de espía para conseguir toda la información posible. Florescu es el protagonista de esta historia. Es un personaje que me ha gustado mucho, con unos principios muy sólidos y muy leal. A lo largo de la novela está en constante debate interno sobre hacer lo que quiere de verdad o ser el traidor que quieren convertirle, aunque así salva también a su familia. Un personaje dividido en dos. Este mantiene una estrecha relación con su abuelo y mantendrán muchos momentos de ternura y emoción. A través de Cristian seremos testigos de cómo se vivía en Rumanía en 1989. El gobierno había quitado toda libertad al pueblo y este, con lo justo para no morir de hambre, tiene que sobrevivir en unas circunstancias muy duras. Es un periodo de espionaje, donde hasta tus propios vecinos podían ser espías, con micrófonos en todas partes, una población sin secretos y con mucho miedo. Además, se mantienen alejados totalmente del exterior del país, controlándose también la nueva educación, donde el saber es ya algo muy peligroso. El ritmo de la novela es extraordinario. Es un libro que se lee con mucha rapidez, tampoco es muy largo. La autora sabe mantener la tensión en las acciones, lo que hace que el lector quede atrapado en la historia. Realmente muy bueno. El escenario también me ha gustado bastante, pues relata los acontecimientos durante la revolución rumana de 1989 y me ha gustado mucho conocer esta parte de la historia del país. Es un periodo bastante oscuro y la historia es dura sobre el gobierno comunista (o dictadura más bien) de Ceausescu. |
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