Sobre la brevedad de la vida

“De vivir, se ha de aprender toda la vida, y lo que acaso te sorprenda más, toda la vida se ha de aprender a morir”

Conciliar una buena vida con una muerte segura es la principal tarea que tiene todo el que aborde este complicado tema de la felicidad. Hay quién intenta que nada le afecte, hay quién niega la mayor y afirma que la vida se extiende más allá de la muerte, y hay quién, como Séneca, nos dice que la vida se acaba, sí, pero que es lo suficientemente larga como para llegar satisfechos al último momento: “no es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”. El problema es que mientras vivimos lo hacemos como si fuéramos inmortales, desperdiciando el tiempo. Parece ser que para Séneca, vivir siempre bajo la idea de la fragilidad de nuestra vida no es un peso que nos impida vivir plenamente.

“A uno, insaciable avaricia le señorea; a otro, hacendosa diligencia en tareas inútiles; el uno rezuma vino, el otro languidece en la inercia; fatiga a un tercero la ambición colgada siempre del juicio ajeno; a un cuarto, la temeraria codicia de un negocio, que con el sueño de la ganancia le lleva por todas las tierras y todos los mares. A algunos atormenta la prisa de las batallas y nunca cesan de preparar peligros ajenos y de ansiarse por los propios; y no faltan quienes, en el ingrato obsequio de los superiores, se consumen en servidumbre voluntaria. A muchos abrevió la vida la envidia de la fortuna ajena o el afanoso cuidado de la propia; los más, sin objetivo fijo, flotan asendereados de aquí para allá en proyectos siempre nuevos por una ligereza vaga, inconstante y consigo misma displicente.”

Seneca ensalza la tranquilidad y son las pasiones enemigas del estable reposo, y contra ellas hay que luchar, no con “impetuoso denuedo”, sino con astucia sutil; nos advierte contra todos aquellos que intentan invadir nuestra vida, contra la vista puesta en el futuro o en el pasado olvidando el presente, y nos ensalza la dedicada a la sabiduría, la que aprovecha la experiencia de los muchos que vinieron antes.

"Permitido nos es disputar con Sócrates, dudar con Carnéades, reposamos con Epicuro, vencer con los Estoicos la naturaleza humana y superarla con los Cínicos"

Seneca nos mueve a buscar una ocupación que, sin apartarnos de nosotros mismos, nos evite el tedio y el desasosiego del alma, que no soporta la ociosidad, una ocupación de la que sentirse satisfecho y orgulloso. Séneca tiene como mejor empleo el servicio a la república, esto es, a los conciudadanos, conquistando, de paso, de ellos su afecto.

“Mísera es, ciertamente, la condición de los hombres atareados; pero misérrima es la de aquellos que ni aun a sus ocupaciones propias se consagran, que duermen a sueño ajeno, caminan a paso de otro, y a quienes se les impone el odio y el amor, que son las más libres de todas las cosas.”