Una preciosa, aunque también triste, historia sobre la vida de las mujeres haenyeo, en la isla Jeju (Corea del sur). Estas mujeres eran capaces de sumergirse en aguas gélidas, a pulmón, durante varios minutos para recoger marisco, pescado y algas. La autora nos muestra una cultura que las mujeres europeas no comprendemos, o no somos capaces de asimilar que alguna mujer pueda soportar eso; un estilo de vida matrifocal donde la mujer es la que lleva el sustento a casa, la que cultiva los campos, la que atiende el hogar... y los hombres atienden los hijos mientras charlan a la sombra del árbol de la aldea, pero en cambio tienen el privilegio de ser el que estudia y ser el único que realiza los rituales para recordar a los muertos. Descubrí como era su vida, sus tradiciones y ritos ancestrales que, reconozco, no conocía. Descubrí el valor de la amistad, el daño que puede hacer la envidia y el odio. Al mismo tiempo que nos enseña como era esta maravillosa cultura, también nos muestra su sufrimiento durante su ocupación por los japoneses, y más tarde por los norteamericanos. |