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Crítica de Yolib


Yolib
19 November 2022
La novela plantea muchas cuestiones actuales, sobre todo desde que prácticamente todos los seres humanos del planeta han introducido en sus vidas la comunicación a través de las redes sociales, o desde que en el mundo de hoy, la exposición de la vida de cada uno es continua, ya sea la real, o la deseada, como cuando se suben las fotos más seleccionadas a instagram.
Pero este relato trata de algo más ominoso, exprime esta realidad hasta conseguir que pensemos qué nos gustaría más, ser los que exponemos nuestra vida, pero sólo a una persona, o ser esa persona mirona en la vida de alguien desconocido.
En la realidad que plantea la novela, se han puesto de moda unos muñecos parecidos a los furbys, (esos peluches tecnológicos que hicieron furor en los 90), que se venden en todo el mundo, y son caros, 279 $, al mismo tiempo, también se venden las conexiones digitales que hacen funcionar al peluche, pero a cualquier otro usuario, en cualquier otro lugar, y son algo más baratas.
La novela tiene una estructura de capítulos muy cortos, que no están ni enumerados, ni titulados, es algo muy singular: alterna capítulos, cuando cambia de personajes y de lugar. He contado 35 y por ellos pululan personas de diferentes países, culturas, o clases y la propia historia decide quienes serán los protagonistas, es decir: hay 5 historias muy cortas que se acaban en 3 o 4 páginas, porque los kentukis se rompen, o los desconectan, o no se establece la relación adecuada, como en el primer relato de las 3 chicas que tienen un peluche justiciero y las amenaza por su mal comportamiento. O en la historia nº 7, en la que se compran 2 kentukis conejitos, para una residencia de ancianos y a los 10 minutos las conexiones se perdieron, o se pararon y la reflexión que hace el director de la residencia es muy sugerente: “Nunca se le había ocurrido a Eider, que había que pensar si sería digno de un electrodoméstico vivir con uno o no”
En los 30 capítulos restantes se desarrollan a su vez 5 historias, de las cuales 3 personajes tienen tarjetas con conexión, Emilia, Grigor y Marvin y otros 2 protagonistas son Kentukis, Alina con un cuervo y Enzo con un topo.
La autora escoge a esos personajes para mostrarnos sus reflexiones acerca de la soledad, de la falta de comunicación dentro de las familias, de no saber encontrar su lugar en el mundo como es el caso de Alina, o de lo sobrecogedor que puede llegar a ser la falta de regulación en el comercio tecnológico, de lo cual se aprovecha Grigor, montando a su vez un negocio y vendiendo sus 68 conexiones.
También, como no, de los peligros que todo eso encierra, como la estafa de dinero de la que es víctima el jovencísimo Marvin, la historia de abuso que Emilia cree observar en la vida de su kentuki, o cómo Grigor y Nicolina consiguen salvar a una niña secuestrada.
Terminé de leer el libro con una sensación molesta en la nuca, que aumentó cuando me fijé en el roomba, el aspirador que circula libre por la casa y que él solito se va a su base de carga cuando termina su programa. ¡Caramba Yoli, me dije el aspirador no es un kentuki! También me fijo en mi portátil, del que no me separo mucho a lo largo del día, o en mi Smartphone, del que no me separo nunca. Esos sí que pueden convertirse en kentukis. Esta novela da más de sí de lo que en principio se puede esperar de ella y cada lector puede llegar a muchas conclusiones.



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