Distancia de rescate

“Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara. Lo llamo “distancia de rescate”, así llamo a esa distancia que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería.”

Cuando leí esa definición, inmediatamente pensé en mi mamá. “No se alejen mucho.” Esa fantasía reconfortante que tienen los padres de que si no pierden de vista sus hijos pueden evitar la catástrofe. “Tarde o temprano algo va a suceder, y usando pase quiero tenerte cerca”, dice la madre de Amanda, la protagonista. As if. Cuando lo inevitable sucede la distancia de rescate no funciona. En eso podría resumirse el mensaje de una novela difícil de digerir y que lo deja a uno sin aliento.

Amanda llega junto a su hija Nina a una casa de campo que alquilaron para descansar del frenesí de la ciudad. Su marido debe unírsele en algunos días. Mientras tanto, conoce a Carla, una vecina bastante mayor de ella, enigmática, seductora y portadora de una historia trágica que involucra a su hijo David. Schweblin transforma con maestría el paisaje bucólico del campo en una atmósfera opresiva, amenazadora y pesadillesca, producto de la acción devastadora del hombre y de una economía sin piedad que no contempla el costo humano de aumentar la producción. Y coloca en el centro del altar del sacrificio nada menos que a los niños.

La narración de la novela tiene forma de una conversación entre Amanda y David, y el misterio en torno a las circunstancias y el propósito de esa conversación es el principal motor de la lectura, que no debe, bajo ninguna circunstancia, ser interrumpida. Esta novela debe leerse en un momento en que dispongan de dos o tres horas para dedicarle con exclusividad, y de un par de días para procesarla. Es perturbadora, atrapante, brutal e imperdible.