El lector

Esta es una de esas novelas que dejan poso, que remueven y dan mucho que pensar. Su trama, dividida en tres partes o en tres momentos diferentes de la historia, juega en cierto modo con diferentes géneros literarios. El erótico, el histórico y el romántico. Pero es una historia que va mucho más allá, pues en el fondo pretende ser una reflexión en torno a diversos dilemas morales enmarcados en las diferentes lecturas que el protagonista, Michael Berg, realiza durante su adolescencia y más tarde también durante su madurez, para el deleite de Hannah, una mujer de 36 años, analfabeta y con un oscuro pasado como guardiana de un campo de concentración nazi.
Lecturas que comienzan por la Odisea de Ovidio, pasando por Schiller, Goethe, Tolstói, Chéjov, Dickens, hasta llegar a Kafka, Fontane, Hannah Arendt y Primo Levy. Lecturas que se convierten en un refugio ante tanto horror vivido y ante el sentimiento de culpa. Culpa por haber sido cómplice del horror. Culpa por haber amado a una cómplice del horror. Culpa por la pasividad ante el horror y ante la injusticia. Una espiral de culpas donde la lectura se convierte en el refugio idóneo al que acudir en busca de cura, absolución y paz. Pero la lectura es también una herramienta de comunicación entre los personajes y una herramienta muy útil que les permite alcanzar la madurez intelectual. Hanna acaba superarando su analfabetismo, poniendo fin a su vergüenza por el hecho de haber sido analfabeta, una vergüenza superior incluso a la de haber sido cómplice del horror del Holocausto. Gracias a las lecturas, Hannah consigue asumir mejor el sentido de su culpabilidad por haber formado parte de un mecanismo social, un contexto social que la condujo al horror, a una manipulación de la que quizá hubiera podido escapar con la ayuda de una adecuada educación en la reflexión…
El lector es una historia llena de amor, horror, culpa, frialdad, dureza, ternura y piedad. Pero uno se pregunta ¿es una historia de amor, obsesión o abuso? Lo que está claro es que es una historia con muchas capas, compleja, que plantea muchas preguntas cuyas respuestas no son nada fáciles. El estilo narrativo es depurado y auténtico, culto y al mismo tiempo accesible.
La novela se publicó en 1995 y desde entonces ha sido extensamente galardonada y traducida a numerosos idiomas. Ha generado tanto entusiasmo como rechazo por parte de algunos que juzgan que los crímenes nazis y la memoria histórica se presentan aquí excesivamente simplificados. Tal vez porque en la historia parece que las fronteras entre el bien y el mal se diluyen. Porque su autor alemán, formado como profesor en leyes, Bernhard Schlink, en este relato parcialmente autobiográgico, no pretende que juzguemos sino que ante todo reflexionemos y tratemos de entender, para que una historia así nunca vuelva a repetirse. Porque “El lector” más que criticar o juzgar a las personas, critica y juzga a una sociedad entera que no ha sido, ni es capaz de educar en las emociones ni en el intelecto…

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