Escucha risas y, al entreabrir los párpados, ve a tres bellas mujeres que, pese a estar iluminadas por la luna, no proyectan sombra. Le rodean con miradas lascivas. Una de ellas acerca su lengua voluptuosa al cuello del joven y lo recorre con suaves mordiscos, erizándole la piel. Jonathan Harker, singularmente dotado, se deja arrastrar por la lujuria.
De pronto, como un rayo devastador, irrumpe Drácula gritando salvajemente en un extraño dialecto. Aterradas, las mujeres sueltan a su presa.
Jonathan se siente aturdido; ha sido arrancado del sueño en medio de la noche. Todo se deshace, se evapora, se disuelve.
El sonido de los recuerdos le atormenta; está solo en la habitación oscura, como un fantasma.