Un cuento no furry

Desde el momento que comenzamos a leer este libro nos topamos con un montón de personajes que ni siquiera conocemos y a quiénes apenas vemos interactuar entre sí. Intuimos que el protagonista tiene una mejor amiga a quien ama en secreto, pero teme admitir que le gustaría ser su pareja. Ahora bien, tan pronto como aparecen los dos protagonistas principales, se hace presente el conflicto de la historia (la transformación del protagonista en un zorro antropomorfo). ¡Más explícita la presentación imposible! Está bueno que el conflicto aparezca pronto, pero tampoco tan pronto.

La pregunta que se hacen los lectores cuando abren el libro es ¿cómo hace el protagonista para cambiar de cuerpo mágicamente? ¿Es acaso el resultado de algún hechizo? Pues no, en ningún momento se explica por qué ocurren las cosas que ocurren ni cómo, simplemente ocurren. Si tenemos en cuenta que todo conflicto debe verse afectado por relaciones causales que respondan a parámetros lógicos, aquí saldremos más confundidos que nunca. No solamente que no sabemos qué va a pasar o quién va a aparecer en la siguiente escena, sino que se ignoran tantos elementos que apenas nos hacemos una vaga idea de qué tratará la historia, si lo que está en camino tendrá sentido o no.

El relato está plagado de didascalias (como en una obra de teatro), interjecciones y onomatopeyas (como si fuera un cuento infantil) que, en lugar de aclarar las acciones, lo único que hace es sobrecargar la prosa, que por cierto, no nos convenció en ningún momento de la lectura. Los errores de tipeo son pocos, la gramática es asequible, la trama narrativa es escueta, las vulgaridades juveniles aluden al público al que está dirigido el contenido, los criterios de textualidad están un tanto enmarañados, las descripciones contextuales brillan por su ausencia, la caracterización de los interlocutores no está presente en ningún momento, la falta de explicaciones para ahondar los hechos pasados abunda, y la historia en sí no posee ninguna peculiaridad que nos enganche a seguir leyendo. ¡Muchas palabras, poca estética literaria!

Los personajes que interactúan son pocos, aun contando a los antagonistas (Mateo, Sara, Sammy, Juan, Papa, Martín, el cazador, Andrés, Samantha). Los cambios bruscos de narradores son innecesarios y distraen a los lectores, sin mencionar que el exceso de acotaciones llega a ser molesto después de un rato de lectura. Por cierto, ¿de dónde salió la papa voladora y cómo hicieron para inyectarle el batido de papa al protagonista? ¡¿Pero qué ha pasado?! [Léase con la voz de Auron].

Los diálogos están escritos en la forma tradicional anglosajona (con las comillas al inicio y al final de las frases). Se ve claramente el uso simultáneo de estilo directo y de estilo indirecto, aunque podría haberse trabajado más en lo segundo y menos en lo primero. El exceso de diálogos y los problemas del mundo nos hacen pensar que estamos leyendo el guion de una obra teatral perteneciente al teatro de lo absurdo.

Qué bueno que el escritor se apercibió de los clichés que empleó durante la historia. Sabiendo que es un epígono más del mundo literario, al autor no parece preocuparle la diversidad de recursos literarios ni estilísticos en absoluto, lo único que busca es captar la atención con enunciados bizarros que intentan hacernos reír, pero que no logran hacerlo (al menos no a nosotros). Sí, entendemos perfectamente que se trata de una obra literaria escrita por un adolescente que todavía va a la escuela, lo cual no quita nuestra obligación de juzgar su estilo narrativo. Es más, hemos leído historias de autores jóvenes muy bien elaboradas pese a sus escasos conocimientos de teoría literaria y narratología así que no estamos siendo injustos con nuestra recensión.

La parte anterior al conflicto final, si podemos llamarla así, es la escena en la que un robot (sin descripción alguna) aparece de la nada, captura a los dos furros y los encierra en un calabozo ubicado en quién sabe dónde. Un cabrón llamado Andrés los libera y luego desaparece del mapa. El clímax inicia con el encuentro con el antagonista, quien acaba siendo la persona que todos pensábamos (nada original aquí). La resolución del conflicto es igual de intrascendente que el inicio del clímax, la furra que traiciona al protagonista también traiciona a su jefe y luego se arrepiente de haber lastimado al protagonista. ¡El cliché de los clichés! [Insertar deus ex machina].

Lo de "Furryville" nos quedó haciendo ruido después de leerlo. Según parece, ese nombre fue inspirado por la infravalorada obra de ficción "Fantasville" de Chistopher Pike (un autor del que casi no se sabe nada), cuyos libros son usados en la cátedra lengua y literatura en varias escuelas de Latinoamérica. Por suerte, el autor es consciente de que ese nombre tampoco es original, y lo utilizó de todas formas.

Como si fuera poco, el desenlace sigue sin tener sentido, se mantiene en la vacuidad literaria, en un sitio en el que no debería estar. Creímos que podríamos sacar a relucir algo bueno del realismo mágico de este relato corto; a decir verdad, lo único que nos gustó fueron los dibujos de los personajes que intervienen y algunas acotaciones que hacen los narradores en los bordes de las páginas. La velocidad de las secuencias argumentales es estrepitosa, no nos da tiempo de digerir la información ni de conjeturar qué podría suceder a continuación, nos empuja de lleno hacia la siguiente escena como si el entorno no fuese un factor trascendente. Y bueno, lo último que podemos acotar es la reacción irreal del protagonista al regresar al presente y ver a su media naranja todavía exánime y a su amigo huyendo despavorido. ¿Qué pasó con el cazador al final, desapareció por arte de magia?

Es muy bonita la idea de que un furro encuentre a una furra con la que pueda expresarse libremente, y también es lamentable la reacción agresiva del público, en este caso la de un compañero de clase del protagonista, un antifurro que ataca de manera violenta al zorrito peludo sin razón aparente. Los dibujos del protagonista se parecen al zorro del animé "Kaiketsu Zorori", simpático y torpe al mismo tiempo. le damos un punto por hacer alusión a la película "Volver al futuro" (un clásico de clásicos) y por no haber echado a perder la historia con una frase ridícula. Estamos de acuerdo en que los furries existen, sólo que son humanos disfrazados.