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Crítica de Guille63


Guille63
01 June 2023
Ustedes conocen el síndrome de Stendhal, pues Holden Caulfield, narrador y protagonista de esta historia, bien podría perfectamente prestar su nombre a ese sentimiento de emoción extrema que él mismo experimenta ante un acto de verdadera bondad, más si proviene de un niño, pues no se puede dudar de la sincera bondad de un niño bondadoso (Salinger subestima la mala baba de los niños tanto como sobrevalora su felicidad). Un síndrome que tiene su cruz en el sentimiento contrario que experimenta al ser testigo de la hipocresía, el fingimiento y la petulancia con la que actúan los adultos en su mundo insustancial y egoísta.

“Me paso el día imponiéndome límites que luego cruzo todo el tiempo.”

Y entre esa niñez y esa adultez anda Holden, expulsado nuevamente de un colegio, cabreado con su hermano mayor por haberse vendido al cine de Hollywood y abatido por la muerte de su hermano Allie, “el muchacho más simpático, inteligente y entrañable del mundo”. Tampoco es que esté muy contento de sí mismo, condición más que suficiente para odiar a todos, aunque no soporte estar solo, y hasta para dudar de sus propias intenciones, por muy buenas que estas sean.

“… si de verdad te pones a defender a tíos inocentes, ¿cómo sabes que lo haces porque quieres salvarles la vida, o porque quieres que todos te consideren un abogado estupendo y te den palmaditas en la espalda y te feliciten los periodistas cuando acaba el juicio como pasa en toda esa imbecilidad de películas? ¿Cómo sabes tú mismo que no te estás mintiendo? Eso es lo malo, que nunca llegas a saberlo.”

Holden encarna como nadie al adolescente que no sabe quién es ni dónde encaja, que descubre un mundo, el de los adultos, que no le gusta y, lo que es peor, que no tiene solución.

“Eso es lo malo. Que no hay forma de dar con un sitio tranquilo porque no existe. Cuando te crees que por fin lo has encontrado, te encuentras con que alguien ha escrito un joder en la pared… aunque dedicara uno a eso un millón de años, nunca sería capaz de borrar todos los joder del mundo. Sería imposible.”

Holden es un Peter Pan que solo se siente a gusto entre niños, encarnados en su hermana Phoebe, a cuya protección frente a ese mundo horrible que está descubriendo dedicaría su vida.

“¿Sabes que me gustaría ser? (…) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos. Quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Solo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que caigan por él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Yo sería el guardián entre el centeno

Holden puede ser muy dulce, divertido, considerado, pero también un tocapelotas capaz de llamarte por teléfono a cualquier hora, de despertarte en mitad de la noche, de rondar incesantemente a tu alrededor como una mosca cojonera o, sin conocerte, de abordarte abusivamente con un desparpajo impropio de su edad. Es cobarde, mentiroso, bebe mucho, fuma más, querría follar, no solo follar, no aguanta halagos, todo le suena a falso, todo y todos le deprimen, todo el mundo es hipócrita, todo le saca de quicio o le fastidia o le revienta, todos son cretinos que no saben apreciar lo bueno y que se vuelven locos por lo malo… y al mismo tiempo, puede sentir una lástima insoportable por toda esa gente o echar de menos al más cretino de sus amigos al poco de separarse de él.

“…había como un millón de chicas esperando a su pareja: chicas con las piernas cruzadas, chicas con piernas preciosas, chicas con piernas horrorosas, chicas que parecían estupendas, y chicas que debían ser unas brujas si de verdad se las llegaba a conocer bien. Era un bonito panorama, pero no sé si me entenderán lo que quiero decir. Aunque por otra parte era también bastante deprimente porque uno no podía dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Me refiero a cuando salieran del colegio y la universidad. La mayoría se casarían con cretinos, tipos de esos que se pasan el día hablando de cuántos kilómetros pueden sacarle a un litro de gasolina, tipos que se enfadan como niños cuando pierden al golf o a algún juego tan estúpido como el ping-pong, tipos mala gente de verdad, tipos que en su vida han leído un libro, tipos aburridos..."

El libro es divertido, tanto como tierno y conmovedor, su lenguaje es muy fresco, directo y sencillo demostrando que la claridad de la prosa no está reñida con la complejidad de lo expuesto. Todos (casi) podemos recordar sentimientos parecidos, experimentar el síndrome Caulfield en algún momento, reconocernos en las peripecias de este inolvidable Holden Caulfield, que, por ello mismo, desde su aparición es el gran arquetipo del adolescente atormentado.
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