Es esta novela una bellísima metáfora de la adolescencia. Un relato atemporal en el que las emociones y las frustraciones del protagonista, aunque claramente enmarcadas en los Estados Unidos de los 40-50, pueden ser perfectamente posibles en pleno siglo XXI. Merece especial atención el contraste entre su prosa esquelética y la profundidad de la psique del protagonista, binomio que nos permite empatizar y acompañar a Holden en su viaje iniciático hacia, tal vez, ninguna parte.
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