El principito

Mi padre me lo regaló cuando tenía la tierna edad de ocho años, (allá por el pleistoceno 🙄). Lo leí como se supone que debía leerlo, como una niña de ocho años leyendo un cuento sobre un niño y su mundo de fantasía. Y me encantó.

Años después, cuando estaba ahogándome en la vorágine de la vida adulta, lo rescaté de la estantería y decidí recordar ese cuento que tanto me había gustado de pequeña. Pero ¡oh! ¡brujería! ¿sabéis que encontré? Otra historia completamente diferente. Ya no era un cuento, era una lección, una de esas historias que te dan un toque de atención y te hacen pensar. Y señoras y señores, flipé. ¿Cómo era posible que un libro de menos de 100 páginas cambiase tanto? Me sentía como Mary Poppins con su bolso, cada vez que lo abría, encontraba algo diferente en su interior.

¿Sabéis qué es lo mejor? Que hace no mucho volví a leerlo y como por arte de magia, El principito me contó otra historia, una hecha a la medida de la persona que soy ahora. Y entonces me di cuenta de que ahí estaba la clave, la magia de El principito no es que te cuenta una historia, es que te cuenta la historia que necesitas en ese momento.

Lo único que espero es que cuando vuelva a perderme en sus páginas, me encuentre de nuevo con otra historia completamente diferente, una que me haga seguir creyendo en la magia, en El principito y en mí.