¿Bajo qué fatal estrella tengo que haber nacido, me dije, para que me resulte imposible concebir un solo sentimiento de virtud que no sea inmediatamente seguido por un diluvio de males, y cómo es posible que esta ilustre providencia, cuya justicia me gozo en adorar, al castigarme por mis vistudes, me haya ofrecido al mismo tiempo la visión de quienes me aplastaban con sus vicios en el pináculo?
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