Lo mucho que te amé

“Ninguno de mis días estaba escrito en el día anterior, pero lo que me impacta es que, una vez vivido, cada día antecede y explica y establece y justifica y condiciona lo que sucederá después, con los días venideros”.

La historia es contada por Ofelia Fernández Mollé, la tercera de cuatro hijas de un matrimonio, en las décadas de los 50 y los 60 en Argentina. Parecería sigue el libreto del cuento de hadas, tiene un gran novio, Juan Carlos, reestableció el vínculo íntimo con su hermana menor Delfina, salen al cine a ver películas y reírse un rato en una pizzería, aminora la llama de las charlas de política de la sobremesa de los domingos.

Un día al volver a casa Mabel le hará una observación precautoria, tiempo después se entrecruzarán las palabras de dos corazones en una cocina, una carta bajo la almohada y una tía amargada bastará para que el hilo de la perfección se interrumpa para siempre.

Los personajes comprenderán la vida no es tan sencilla como cuentan debería ser, el panorama socio político argentino se ensombrece, se escuchan las palabras revolución y golpe de Estado, los sentimientos propugnan por escapar pero pesará la institución de la familia, la tradición y la moral de la época. El amor es dolor y algunas cosas más.

Sacheri tiene una forma de escribir particular, he escuchado la han tachado como “cinematográfica” de manera peyorativa, yo la encuentro especial, no tiene necesidad de utilizar florituras, chorrear adjetivos, exagerar en los recursos para contar una historia que te mantiene atrapado de principio a fin.

Al mismo tiempo, te permite identificarte con los personajes que describe y con las situaciones que relata como si te las contara una vecina o si tu prima las hubiese vivido, tan natural que incluso tú podrías ser la protagonista. Son escasos los autores con los que me encontré que me hacen sentir de la manera de Sacheri, ya sea en “La noche de la Usina” o en “Lo mucho que te amé”, para mí es única la magia que asienta a través de su pluma.

En la literatura hay romances a montones, en la fantasía, el terror y por supuesto, en el género romántico, no obstante, resulta bastante complicado escribir sobre uno que no resulte forzado, fluya como un arroyo, este es uno de los casos logrados.

Es un amor prohibido que como lectora me hizo querer pegar cada trozo de esa carta rota en el Jardín Botánico, encerrar a la tía Rita en el ático hasta que se seque, abofetear a varios personajes cuando sus acciones iban para el lado contrario al que yo quería. Lo he vivido, suspiré, me enojé, se me hicieron retorcijones en el estómago y desfallecí de a ratos.

El escritor refleja muy bien la época, otorgando la debida importancia a años turbulentos para el país, la fuerte lucha ideológica, la incertidumbre del porvenir, los pilares en los que se asentaba aquella sociedad en la que las mujeres se levantaban para sacar la mesa mientras los hombres se quedaban a charlar sobre política. Había una aceptación tácita de las reglas y su incumplimiento traía aparejado una sanción social; fueron Ofelia y Mabel del clan Fernández Mollé quienes desafiaron las normas aceptando el precio que deberían pagar.
“De modo que puedo ser feliz si las cosas siguen así. Si este mundo es mío. Absolutamente mío y sin palabras. Acá, en el centro del secreto, soy libre de vivir todas estas cosas que siento juntas. En el fondo es eso. Una cuestión de libertad”.

En lo personal, me hubiese gustado un mayor desarrollo del pasado de Mabel porque lo recubre una niebla de misterio y claramente es mi personaje favorito.

Es una novela bella de amor con elementos ricos de política, historia y desafíos personales. LA SUPER RECOMIENDO.