Marina

Ha habido plaga de mosquitos en mi barrio. Ha sido una invasión. Y todos se me han metido en los ojos mientras leía este libro.

Esta historia es mágica, sobrecogedora, poética, preciosa, alucinante, emocionante, intrigante y absolutamente adictiva. Se me acaban los calificativos. Es como ver una aurora boreal en primavera en una terraza de Sevilla. Cada frase está escrita de una forma tan bonita, que si me estuvieran mandando a tomar por culo me seguiría pareciendo melodía y poesía.

Las descripciones y la ambientación son sencillamente espectaculares. Casi puedes notar las calles de Barcelona Bajo los pies. Yo creo que incluso se me ha pegado algo de catalán.
Zafón es un genio en quien habla la luz.

Es un libro donde puedes experimentar casi todas las emociones existentes: miedo, tristeza, esperanza, ilusión, angustia… Los personajes me encantan. Soy fan de Germán y de su forma de ser y me gusta la filosofía de vida de mi primo Salvat.

Es uno de esos cuentos donde viven príncipes y princesas que se quedan a vivir para siempre en nuestros corazones y de cuyo desenlace está vez no diré ni mu.

Eso me recuerda a una novia que tuve. La primera vez que la vi fue en una estación. Me pilló con los calzones bajados (llevaba toda la tarde de cervezas y no aguantaba más). Sé que eché a gritar, pero no recuerdo quien atacó primero. El caso es que enseguida sentí las mariposas negras en mi estómago (admito que puede que fueran gases. Ya sabéis… la cerveza). Tenía una forma de sonreír que me hacía pequeño e insignificante (media 2,17m). Era pintora. Yo le dije que sabía pintorrear como nadie los márgenes de los libros y que con una lata de Titanlux y una brocha gorda hacía maravillas. Tenía un gato muy peludo (nada que añadir). Supe que me quería cuando me regaló un reloj. Un Casio negro de estos que no se rompen ni a trabucazos. Me hizo un grabado y todo. Ponía: Muestra gratuita. Nunca le pregunté por el significado. Era una chica muy profunda. le dije: Por ti, seré serio y responsable mientras este reloj marque la hora.
Nuestra historia fue preciosa. Jugábamos a las “Operaciones”… un brazo por un lado, una pierna por otro… ya sabéis. Hacíamos picnic juntos, paseábamos al anochecer juntos, nos tomábamos el Nesquick juntos, poníamos la lavadora juntos… Hicimos de un viejo invernadero nuestro refugio. Incluso nos hicimos un álbum de fotos. Ella era la guapa de los selfies. Yo el otro. Fue la historia más maravillosa del mundo… y NO. NUNCA me dio un guantazo. Podéis ahorraros ponerle mi nombre a la lápida en esta ocasión. Todo fue bonito. al final va a tener razón Marina, y solo recordamos lo que nunca sucedió… ¡Puñetas! ¡Se me ha quedado el reloj sin pilas!