Pero siempre que se trata de un verdadero acto de soberanía, que no es más que una declaración de la voluntad general, el pueblo no puede tener representantes, porque le es imposible garantizarse de que éstos no van a sustituir su voluntad por la suya, ni que no van a forzar a los particulares a obedecer en su nombre órdenes que ni el pueblo ha dado ni ha querido dar. Crimen de lesa majestad del que pocos gobiernos están libres.
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