El lenguaje es una fuente de malos entendidos

Todo lo que nos rodea, todo lo que vemos sin mirarlo, todo lo que rozamos sin conocerlo, todo lo que tocamos sin distinguirlo, tiene sobre nosotros, sobre nuestros órganos y, desde ellos, sobre nuestras ideas, sobre nuestro propio corazón, unos efectos rápidos, sorprendentes e inexplicables.

Otra vuelta de tuerca es un pacto de nuevo cuño entre el escritor y el lector, atravesado por un intermediario avaro de sus intereses y al que le ha llegado la hora de rendir cuentas, el que cuenta la historia. El nuevo pacto consiste en contar con la inteligencia y la actitud moral del lector debe desestimar la vieja autoridad y el viejo poder del libro, del narrador y de la historia para enfrentarse a ellos y sostener el conflicto.

Sólo podía seguir adelante con ello confiando en la naturaleza, tratando mi monstruosa prueba como un empuje hacia una dirección inusual, por supuesto, y desagradable, pero que exigía después de todo, para hacerle frente, tan sólo otra vuelta de tuerca de la ordinaria virtud humana.
La famosa frase Otra vuelta de tuerca no es sino afianzar uno mismo la realidad que se le está presentando en ese momento delante de sus ojos, tomar el toro por los cuernos, apretar los tornillos si la repisa empieza a ladearse.

El estilo, la musicalidad en los versos responden también a las ensoñaciones del poeta. Quién de nosotros en sus ambiciosos días no ha soñado el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo ni rima, lo bastante flexible y contrastada para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia.

Ah, pero quién no ha pasado por estas cosas. Por qué llega una hora en que sale ese cielo. Por qué continúa la vida después. El amor casi reemplaza al pensamiento. Es un completo olvido de todo lo demás. No pidas, pues, lógica a la pasión. No hay encadenamiento lógico absoluto en el corazón humano, lo mismo que no hay ninguna figura geométrica perfecta en la mecánica celeste.

Lactancio, en su libro De la cólera de Dios, hace decir a Epicuro lo siguiente
-O Dios quiso quitar el mal del mundo y no pudo, o pudo y no quiso, o no quiso ni pudo, o quiso y pudo. Si quiso y no pudo, es impotente, y esto es contrario a la naturaleza de Dios. Si pudo y no quiso, es perverso, y esto también es contrario a su naturaleza. Si no quiso ni pudo, es al mismo tiempo perverso e impotente . Si quiso y pudo, que son los únicos partidos que convienen a Dios ¿por qué existe el mal en el mundo?

Ofelio se llevó a Esopo y ahí comenzó el prodigio verbal del fabulista. Su fama se extendió por toda Grecia. No había nadie que pudiera vencerlo en inteligencia. Su fealdad era disminuida ante su poderosa imaginación. El trompetero de la Geranomaquia, como vilmente había aseverado Ofelio, se convirtió en la sinfonía del raciocinio. Las palabras nada tenían que ver con su cuerpo, el argumento de su voz retumbaba en los oídos miserables de los que posponían las palabras en beneficio de sus radiantes físicos.

Cómo puede saberse cuáles escritores engañan y cuáles no. Leyéndolos. Leyendo siempre. Así como uno puede percibir la música mediana sólo escuchando música, y conocer qué teatro es mediocre sólo yendo al teatro, y valorar una película sólo asistiendo con regularidad a las salas de cine, también el pulso de la lectura se obtiene a través del impulso lector.

No entenderemos nunca qué es un libro, ni por qué el libro vale más que varias personas y, aún más, por qué es menos prescindible que una persona, si olvidamos la importancia de su cuerpo, ese edificio que fue construido para guardar juntas y a salvo las líneas del lenguaje a través de muchas aventuras a lo largo del tiempo.

El arte tiene como objetivo tanto procurar placer como dolor. El objeto del arte es ser un arte.