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Crítica de mifuga


mifuga
31 August 2021
Tiene la literatura mucho de las historias que nos contaban -o nos cantaban- de niños. Recogen las páginas ese soplo de vida, de luz, de esos hechos cotidianos que, de pronto, nos sorprenden de labios ajenos. Tiene mucho de espejo, de nosotros, de todos, de esa humanidad colectiva que nos une, sin maniqueísmo, con virtudes. Sin duda, con muchísimos defectos, que no son más que particularidades que vuelven único a nuestro relato. E inolvidable a la experiencia de escucharlo.

Con Federico (Lumen, 2021), de Ilu Ros, me he reencontrado con un hombre que, para mí, siempre estuvo antes que el genio o que el mito. Alguien con una sensibilidad profunda, mucho encanto y una mirada diferente. Y lunares. Lunares como estrellas. Lo leí de niña, en el colegio, fascinada, sin saber demasiado, quizá entendiendo más que nunca. Luego, en el instituto, en la facultad... En algún momento alguien dijo que Lorca había muerto en la guerra. Recuerdo el murmullo general y a quien respondió: «No, a Lorca lo mataron».

Así comienza la biografía ilustrada de Ros, con el asesinato de un hombre que había dedicado su existencia a escuchar, amar y crear. Y a uno se le hiela la sangre. Quizá tuviera razón el profesor que comentó que su gran éxito se debe, en parte, a su trágico final. Porque, la gran mayoría, no entiende El público o Así pasen cinco años. Y se queda con la anécdota en su trilogía rural, sin llegar a la visión tan cruda de la realidad de las mujeres del momento. Vista por un hombre. Algo tan innovador, en ocasiones, se nos sigue viniendo grande.

«Con Federico, no hacía ni frío ni calor, hacía Federico», decía Guillén, que sabía que al lado del granadino no cabía el blanco y negro. En las imágenes del Grupo del 27 resalta Lorca como un lucero, con el rayo que lo tocó de niño aún resplandeciente. Mis alumnos preguntan siempre cómo es posible que mataran a Federico. «Hubo una guerra». Pero en las guerras mueren en el frente. Les proyecto imágenes. Las calles actuales. Las calles durante el infierno. «Queipo del Llano invitaba a los legionarios y regulares a demostrar a los rojos cobardes y a sus mujeres lo que significaba para él ser hombre de verdad. Por mucho que berreen y pataleen». La guerra es una herida.

Y Federico, que perdió la vida, ganó una brillante eternidad, que ya quisieran otros. Sigue latiendo sobre las tablas, cada vez que se representan sus obras, en las aulas, entre nuestras manos. Su para siempre no se agotará nunca. Continuará como un eco, aun cuando nosotros ya nos hayamos ido.
Enlace: https://www.instagram.com/mi..
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