Roser tiene claro que ella no es de las que se enamoran, no le gustan las flores, ni lo bombones, pero si los cruasanes de chocolate, odia el empalago y los pijos. Adrián, pijo de cabo a rabo , tipo Borja Mari con Polo incluido, romántico y vecino de Roser. Una historia que en principio podría ser un enemie to lovers con todos sus clichés. Pero es una historia que va muchísimo más allá y que te encoge el corazón, que te hace pasar de la empatía a casi odio. Los personajes secundarios son maravillosos, he disfrutado mucho de esta historia o podríamos decir historias y las he disfrutado todas. Y me queda tarea pendiente leer Las rubias también lloran 🥰
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