En los ochenta, ejerciendo de jueza de vigilancia penitenciaria, descubrí a Concepción Arenal. Me fascinó y mi admiración creció más cuanto más leí de ella. Por eso, cuando Teresa Novoa me comentó que había pensado en escribir un libro gráfico sobre su tatarabuela, la animé entusiastamente a que lo hiciera Manuela Carmena (prólogo a La mujer del retrato) |