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Crítica de Guille63


Guille63
01 September 2023
“Escribo esto, en parte, para decirte que si alguna vez te preguntas qué has hecho en tu vida, y todo el mundo se lo pregunta en un momento u otro, sepas que has sido para mí la gracia de Dios, un milagro, algo más que un milagro. Tal vez no me recuerdes muy bien y quizá no te parezca gran cosa haber sido el hijo querido de un viejo en un pueblecito de mala muerte que, sin duda, habrás dejado atrás"

Así se expresa John Ames, un pastor de una modesta iglesia en un pequeño pueblo de Iowa, que, estando cercana su muerte, reflexiona sobre su vida en unas cartas en forma de diario que quiere dejar como herencia a su pequeño hijo, al que no podrá dejar mucho más. En estos textos relata su vida, la de su abuelo, la de su padre, pastores como él, la felicidad de sus últimos años al conocer a su mujer y tener con ella el hijo al que tanto anheló durante toda su vida, los problemas morales y religiosos a los que se enfrentó y sigue enfrentándose, sobre la vida en general y el sentido de la suya en particular (“Me parece que lo que debes ver aquí es sólo a un viejo que lucha con la dificultad de entender con qué está luchando”). Esta novela, tan corta como maravillosa, es la historia de un hombre, como dijo el poeta, "en el buen sentido de la palabra, bueno". Será por eso, y por la elegancia de su prosa, de su sobriedad, de su profundidad, que el libro me ha recordado tanto a otra gran novela, «Stoner», de John Williams.

“Debajo de la superficie de la vida hay muchas cosas. Mucha malicia y temor y culpa y mucha soledad, también, donde en realidad no esperarías encontrarla.”

John Ames es alguien para el que vida y religión están tan íntimamente relacionadas que prácticamente son la misma cosa (“He intentado llevar los Evangelios como estandarte de mi vida”). Cualquier desviación de los santos valores es vivida con una alarma que, para aquellos que somos mucho más pecadores que él, nos puede parecer algo exagerada: su lamento por los celos que durante muchos años sintió por la paternidad de su gran amigo Robert Boughton cuando él se encontraba lejos de tal ansiada posibilidad (“Verlos a los dos juntos ha sido una de las grandes irritaciones de mi vida”), o su pesadumbre por los malos sentimientos que alberga hacia ese hijo de su amigo, Jack, en el que ve una innoble potencial pareja para su joven mujer y, por tanto, padre de su querido hijo, cuando él ya no esté.

“No busques pruebas. No te molestes en ello. Las pruebas nunca bastan para aclarar la cuestión y siempre resultan un poco impertinentes, creo, porque reclaman para Dios un lugar a nuestro alcance conceptual.”

Hay muchos aspectos que resultan envidiables en la vida de este pastor protestante, incluso para mí que me encuentro en las antípodas de su pensamiento: la felicidad con la que a sus setenta y siete años vive los momentos más cotidianos (“Cada mañana, soy como Adán despertándose en el Paraíso, asombrado de la habilidad de mis manos y del brillo que entra en mi mente a través de los ojos”), la serenidad con la que se enfrenta a la muerte a pesar de su apego a la vida terrenal, ahora tan feliz (“Soy uno de esos justos por quienes el regocijo en el Cielo será relativamente contenido”), su inclinación al servicio de los demás, su voluntad de perdonar, de comprender al otro, de afrontar la vida con la fortaleza que le proporciona la firme creencia de que todo lo que ocurre “está al servicio de la voluntad del Señor”.

“¿Y cuál es el propósito de un profeta, sino encontrar sentido en la dificultad?”

Y aunque no puedo compartir su resignada humildad ante el misterio de Dios (“Pienso que Calvino lleva razón al desalentar la curiosa especulación sobre cosas que el Señor no ha considerado conveniente revelarnos”), comparto esa idea, que tanto mortifica a Jack, de que entre las personas existen “espacios inviolables, infranqueables y absolutamente inmensos” derivados de nuestro diferente temperamento que nos impiden compartir ciertas experiencias.

“¿He de aceptar su planteamiento? ¿Qué entre usted y yo existe un abismo insalvable? ¿Cómo puede la Verdad con mayúscula no ser comunicable? Para mí no tiene ningún sentido.”

Leeré todo lo que encuentre de esta señora.

“En el amor no hay justicia, ni proporción, y no es necesario que las haya porque cualquier ejemplo concreto es sólo un vislumbre, una parábola de una realidad inabarcable, impenetrable. No tiene ningún sentido porque es la irrupción de lo eterno en lo temporal.”
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