Regresamos al albergue agotados, mojados, magullados, pero incólumes y felices. Habíamos dejado sin recursos económicos a los asesinos de la hermandad, al menos temporalmente. Cuando estuvimos sentados en torno a una enorme fuente llena de tamales y frutas empezamos a analizar nuestra aventura, a discutir el siguiente paso y a preparar el viaje de vuelta a Ukmul.
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