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Adquirí esta novela por intuición y por alguna que otra crítica que había visto sobre ella. No ha llegado a atraparme como otras historias pero sí es cierto que había algo que hacía que quisiera continuar. Nos encontramos con la historia de Maia que busca sus orígenes en Río de Janeiro tras la muerte de su padre adoptivo. Esto sirve de excusa perfecta a la autora para darnos a conocer la historia de Izabela, bisabuela de Maia, que abarca gran parte de la novela, marcada por el aparentar de las clases sociales de la época y por esos matrimonios de conveniencia, llena de amor correspondido y no correspondido y de secretos. A lo largo del libro se van alternando la historia de Maia, que está narrada en primera persona, y la de Izabela, narrada en tercera persona. Encontramos el renacer de Maia y el secreto que guarda desde hace años y que marcó su carácter de desconfianza hacia los demás y de soledad. Para ese renacer la autora se apoya en el personaje de Floriano, un historiador y escritor que contrasta mucho con la protagonista ya que él es puro optimismo y alegría, que acompaña a Maia en su aventura y con el que consigue tener una gran complicidad. Durante gran parte de la lectura he intentado averiguar qué tenía que ver realmente la historia de Izabela con la de Maia, ya que ella busca principalmente a su madre y lo que se nos muestra es la historia de su bisabuela, cosa que me dejaba un poco fuera de juego, a pesar de que la historia de Izabela es preciosa aunque bastante dura. Por ese motivo el desenlace del descubrimiento de la historia de su madre me ha dejado un poco tibia, como si hubiera sido algo precipitado. El final del libro se queda para Allie, la segunda de las siete hermanas, que nos deja la historia a punto de caramelo para querer leer el siguiente libro de la saga. He de decir que me ha quedado alguna que otra duda en esta historia pero tengo la ligera impresión de que tendré que leerme el resto de la saga para saciar mi curiosidad. |
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