El infierno de Gabriel

Cuando quiero leer una novela romántica o erótica suelo fijarme mucho (muchísimo) en el estilo de escritura del autor. Para mí el romance tiene que serlo también en la forma de escribir de un escritor porque es a través de sus palabras que me endulzan o no a un personaje o a la historia. Con este libro me da la sensación de que sacaron la historia del Wattpad más primitivo, cuyo escritor o escritora es una persona que sólo quería sacar algo de dinero para ser publicado en alguna editorial grande. Ese era mi pensamiento en las 56 páginas que me leí de este libro.

Y es que cuando salió, allá por los años de la Macarena, a mucha gente le gustó, y yo, que me gusta la romántica (y si viene con erótica mejor y si la temática es profesor-alumna muchísimo mejor) me dije que tenía que conseguirlo. Dejé pasar los años hasta que por fin me hice con el primero (en edición bolsillo pal colmo) y con toda la ilusión del mundo empecé a leer...

Para llevarme el balde de agua fria: El estilo del escritor es pésimo, sin contar la tremenda confusión que me llevé al conocer la personalidad de Julia.

Es un estilo muy básico, que aligera lectura pero que al final, cuando terminas de leer, no aporta absolutamente nada. Es como si el lector o lectora fuese Julia, alguien a quien tiene que tratar con mimo porque si te sales de tu papel puedes provocar que me pase todo el tiempo con los ojos en el suelo por la timidez o, peor aún, el miedo.

Ya que menciono a Julia: Tiene tantas cualidades que al final no sabes si es tímida o si es prudente, se muerde los labios porque está nerviosa o fija su mirada en el suelo por la misma razón. No acabo de entender a tu personaje femenino, querido autor.

No puedo enfocarme mucho de Gabriel, en esas 56 páginas que leí me pareció un tipo de lo más insoportable, pero no se lo tomé en cuenta porque básicamente es un rasgo propio del personaje y, supongo yo, cambia a medida que pasen las mil hojas que tiene el libro. Claro, no me refiero a que Gabriel es el típico macho alfa controlador de mujeres, sino más bien al niño pijo del momento que lo menosprecia todo y luego te mira por encima del hombro y no sólo eso, sino que te lo dice a la cara. Vamos, pa'partirse de risa. Eso sí le quedó bien, querido autor. Por lo demás, no lo sé, no terminé de leerlo. Tampoco pienso retomarlo.