¿A ti no se te pone la mente en blanco cuando te preguntan qué es lo que quieres? A mí sí. Siempre. Sentía que lo quería. Me gustaba verlo vivir y hacer y desear. Me sorprendía enormemente la seguridad con que quería hacer sus cosas. A veces me exasperaba por ansioso, pero por lo general me daba ternura. Sólo que nada de esto tenía mucho que ver conmigo. Y cuando me besó la primera vez volví a sentir su angustia y mi primer impulso fue calmarlo. Supongo que por eso lo besé. A lo mejor por eso pareció amor. O fue una forma de amor. Lo que sí sentía era que me estaba moviendo. Todo lo que sucedía me resultaba muy real. Real… ¿se entiende lo que digo? Real, todo era real. Cuando me sentaba a esperarlo en la banca de la plaza y miraba a la gente, o cuando leía uno de los libros (y él se mostraba particularmente complacido de que leyera esos libros y no otros). Muy importante, decía, conocer la historia. Pero yo no estaba conociendo la historia. No habría sabido explicar la cronología de la Revolución. Yo en esos libros veía, sentía gente. Imaginaba lugares, me alejaba de la ciudad.
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