El pintor de los muertos

Sevilla, 1972. Mientras Sevilla se recupera de la peste de 1649, el banquero Pietro Bertorelli aparece muerto en su casa. Lo más extraño es un símbolo que tiene pintado en el cuerpo. Esto llama la atención de inmediato de la Santa Inquisición. El principal culpable es un discípulo del pintor Juan Valdés Leal. Este, en defensa de su pupilo, comienza una investigación para conocer al verdadero culpable. Pero aparecen nuevos cadáveres más, complicando la situación.

Esta novela tiene varios personajes como protagonista. El principal es Juan Valdés Leal. Este fue un pintor famoso en su época, aunque la historia no le ha dado el lugar que se merece. Es una persona trabajadora, leal, siempre pendiente por la mejora de su familia y por protegerla, cariñoso a ratos y de una gran inteligencia. La otra protagonista es Luisa, su hija, otra pintora importante. Esta tiene una vida muy interesante y con un carácter muy marcado: soñadora, leal, luchadora, etc. La última es Angustias, una criada de la casa de Bertorelli. Una mujer con luces y sombras, atormentada, rota por dentro pero con una gran fuerza. Estos dos últimos personajes son los que más me han gustado. Gracias a este trío, el lector conocerá otros personajes importantes de la época, como Murillo, Pedro Roldán, José de Arce, inquisidores, curas, la aristocracia local, etc.

La novela es un thriller de época. Valdés Leal se introduce como ayudante en la investigación de una serie de asesinatos que tienen un patrón común. Y todo por continuar con la defensa de su discípulo, al que considera como a un hijo. Esto es una trama ficticia, pero en un entorno real muy bien documentado y descrito. El lector conocerá cómo era la Sevilla de la época, sus calles, su vida, sus costumbres y comidas y, sobre todo, cómo era culturalmente, con los artistas más sobresalientes.

La pluma del autor es sublime. Es una novela muy bien escrita, culta, con un toque del hablar de época en las conversaciones. Una narración que transmite mucho y que traslada al lector al siglo XVII de forma muy fácil. al mismo tiempo, el ritmo es constante, todo se va hilando poco a poco como pinceladas que forman una pintura. Una lectura que se devora con mucha rapidez y facilidad.
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