El color de la magia

Cuando la luz atraviesa un campo mágico se forma el octarino, una especie de púrpura verdeamarillento fosforescente que solo los magos —incluso los más fracasados de todos— pueden ver gracias a que en sus ojos tienen junto a los bastoncillos y conos, otro tipo de células llamados octógonos, que les permiten ver el octarino, el color básico del cual los otros 7, los del arcoíris, son solo sombras pálidas en el espacio de cuatro dimensiones. Muchas veces se ha dicho que, aquellos que son sensibles a la radiación del octarino —el octavo color, el Pigmento de la Imaginación— pueden ver cosas que resultan invisibles para los demás. Este es El color de la magia.

Mundodisco es el lugar en el que cualquier terraplanista quisiera vivir: un gran disco de tierra que es sostenido por lomo de cuatro elefantes llamados Gran T'Phon, Tubul, Berilia y Jerakeen que descansan sobre el caparazón de una gran tortuga llamada Gran A'Tuin que nada a través del espacio.

El color de la magia es la novela inaugural de la saga del Mundodisco que sir Terry Pratchett (1948-2015) desarrollaría durante 41 novelas y 32 años de trabajo. Acá seguimos de cerca las aventuras de Dosflores, ell primer turista de Mundodisco y de Ricenwind, un intento de mago que hace las veces de traductor y guía —así él mismo no sepa a dónde va— de Dosflores.

Pronto la novela comienza a romper los paradigmas que han sostenido durante tanto tiempo vivo al género y juega con el tiempo narrativo, con los espacios, con el ritmo, con la misma lógica con el único motivo de mostrarnos con lujo de detalle el mundo que nos encontramos visitando.

Si bien las aventuras de este par —y el equipaje de Dosflores que lo sigue a todas partes— comienza en Ankh-Morpork, pronto las aventuras —o las desventuras, depende de quien la esté contando— se trasladan a otros lugares del disco, e incluso llegan a viajar hasta el mismo borde del disco, una región que guarda sus propios secretos y que es muy diferente a lo que cualquier atisbo de lógica nos enseñe.

Parece increíble, pero la novela con apenas 288 páginas nos permite explorar amplios parajes del Mundodisco, Pratchett concibe desde este punto de vista a su mundo como un todo, se permite introducir en forma de asuetos en la historia alguna anécdota de un grupo de desconocidos de un paraje cercano a donde nos encontremos o una pequeña historia sobre el lugar en cuestión. Esto es espléndido, le aporta un toque de verosimilitud increíble a las historias y permite que no queden lugares grises en el mapa para descubrir después, como se suele hacer en el género. de entrada, nos encontramos con un mundo hecho y derecho.

La relación entre Rincewind y Dosflores es, cuando menos, caótica, precipitada y a veces parece ni siquiera existir. Rincewind ve a Dosflores como una simple fuente de dinero fácil al comienzo de todo y Dosflores ve al mago como el guía que le puede mostrar todo lo que alguna vez quiso ver del mundo. En ellos hay una metáfora tremenda sobre los lectores de Fantasy y las novelas del género: Dosflores podría ser cualquiera de nosotros, que emprende el viaje de su vida en búsqueda de todo lo que alguna vez quiso ver, de los lugares que imaginó siempre y los personajes que eran protagonistas de las historias que escuchó de Nilo. Rincewind es el guía —no precisamente el que uno quisiera tener o el que sería su primera opción— por su mundo y que lo acompaña en todos los peligros en los que resultan metidos.

De las sagas de Fantasía que he leído hasta hoy, Mundodisco es la que tiene mejor fundamentada la magia dentro de su mundo. Este libro desarrolla muy ampliamente el tema de las leyes mágicas que rigen el disco y que son las responsables de que un mundo de esta naturaleza pueda existir. Es un concepto bastante ingenioso, que tiene su trasfondo científico real —obviamente libremente adaptado a la propuesta del mundo secundario que ofrece Pratchett— y muy bien detallado. Cada apartado donde Pratchett detalla un elemento propio del corpus mágico que sostiene su mundo vale la pena ser leído con delicadeza al detalle y con un alto tono reflexivo, porque los temas y leyes en los que se sostiene son fuertes y geniales.

No se extrañen si de pronto se encuentran con menciones a las pólizas de seguros, aviones u otro elemento del mundo primario. Acá estos elementos tan propios de nuestra realidad hacen sus apariciones tanto de forma natural como un poco abrupta, pero siempre causan la misma sensación de extrañeza y novedad en los habitantes del disco. Todos son elementos que parecen escapar a la lógica que supone el campo mágico que se levanta sobre Gran A'Tuin.

Un detalle que no puede pasar desapercibido y que también Pratchett procura que quede sobre la mesa desde el principio, es el hecho de que en el Mundodisco conviven en el mismo espacio seres ordinarios y los dioses del mundo. Los segundos tendrán un desarrollo más profundo en novelas subsecuentes de la saga, pero de esta primera aparición no puedo dejar pasar por alto el hecho de que estos parecen ser —como en todas las construcciones míticas—los dueños y señores del destino de los mortales, destino al que Rincewind parece sobreponerse a cada tanto, que logra evadir hasta llegar a ser molesto para los entes superiores, ¿será esto producto de su naturaleza mágica?

A diferencia de otros lectores que sugieren adentrarse en el Mundodisco con otras novelas un poco más maduras, a mí El color de la magia sí me parece una buena puerta de entrada a la obra más extensa de Pratchett: expone los elementos que va a abordar en las siguientes novelas, su estilo y lo que es plausible dentro de su mundo. Si bien detalla muchos lugares, deja otros sin explorar y otros que va a volver a visitar desde otros puntos de vista. La principal crítica negativa que recibe la novela es la falta de un argumento claro que guíe las acciones de los personajes, que parecen dar tombos de un lugar del disco a otro sin un objetivo claro, pero ¿acaso así no son la mayoría de aventuras que vivimos a lo largo de la vida?

Mundodisco es un lugar basto y lleno de historias entretenidas y de un ingenio sin igual que esta especie demorará mucho en ver de nuevo. El humor sutil, refinado, ingenioso lleno de referencias cruzadas a los grandes señores del género de los que Pratchett pretendió en un principio hacer una parodia lo catapultaron —no por serendipia—al olimpo del género. Ojalá más lectores se dieran la oportunidad de conocer esta pluma de uno de los grandes hacedores de mundos del siglo XX. Te abrazo querido Terry, abrazo al niño que le envió una carta a Tolkien expresando su admiración. Abrazo al viejo que luchó hasta el final de sus días para que en su cabeza un poco estropeada ya, no se perdieran las historias que no brindó. Te abrazo allá, donde el último rayo de luz toca el campo mágico que engloba al Mundodisco.