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3.5 estrellas. Es atroz lo que le sucedió a la autora en su tiempo y cómo lo vuelca en este relato. Las mujeres eramos legalmente personas incapaces, pasábamos de la tutela de nuestros padres a la de nuestros esposos. Teníamos el deber de fidelidad y no podíamos mover una moneda sin la palabra santa viril. Se plasma bien esta situación en la historia, una mujer joven que sufre una alteración nerviosa y su marido médico le ordena una vida sin propósito, sin poder tomar decisiones como en qué habitación descansar o cuándo realizar ejercicio, negándole a escribir. Privada de todo, sumisa, se obsesiona con el tapiz amarillo del cuarto de los niños, en el cual ve algo diferente cada vez, según la luz que le de ¿Encontrará allí la clave de su liberación? |
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