Revolución

Puede que el gran ausente en la revolución de Reverte sea el contexto histórico.
Es lo habitual. El autor tiende a dar por sentado que su lector está instruido en todas las temáticas de sus libros.
En este sentido el fisgón que llevo dentro no queda completamente satisfecho aun siendo muy consciente de que no es este el objetivo de don Arturo.

Como otros tantos, la novela arranca en medio del caos.
Martín Garret, ingeniero de minas, aburrido escucha disparos cerca de su hotel y sale a ver que ocurre.
Media hora después se encuentra metido de lleno en el regimiento de Pancho Villa que está asaltando Ciudad Juárez.

Su habilidad, la dinamita.
Sus motivos...no quedan claros a lo largo de la historia, aunque todo apunta a simple curiosidad.
Así de absurdo.

Aunque el arranque es un tanto surrealista, la novela engancha desde el principio. Un alistamiento exprés y hacer saltar por los aires la cámara acorazada de un banco son los culpables.
Sin anestesia. Por las bravas.
Y rapidito, que "pa luego es tarde"

Tras una serie de escaramuzas, asaltos, robos y puentes reventados, la novela deja la suciedad de la batalla por el perfume de la diplomacia.

Este, afortunadamente breve, cambio de aires intenta explicar la nueva situación política, pero frena considerablemente el buen ritmo inicial.
Al menos tendremos pelea de machos por una bella dama.
El pan de Reverte.

¡Qué no cunda el pánico! Volverán a silbar más adelante las balas.

Revolución es una novela de aventuras marca de la casa.
Además de escribir como le viene en gana, el cartagenero es un consumado maestro en perfilar personajes.
Desde sus ropajes hasta sus silencios son magníficos consiguiendo que todos sus actores brillen con luz propia.
Parecen que sean ellos quienes escriban su historia.

También muy acertadas las descripciones y la ambientación. Todos los escenarios son pintados con palabras en alta definición.

Obra entretenida, con mucha riqueza lingüística y muy bien caricaturizada donde podemos tomarnos un tequila con Villa y al instante asaltar a los federales.

Y donde, como siempre, unos se dejan la vida para que otros no sufran heridas en sus bolsillos.