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Tengo recuerdo de seguir el Tour de Francia de 1981 o como mínimo los recortes de periódico así lo atestiguan. A partir de eso momento y hasta que me fui a la universidad, coleccioné todas las noticias que tuvieran relación con el ciclismo. El sótano de casa de mis padres está repletos de carpetas y carpetas con todos esos tesoros. Además, mi padre guardaba diarios, bendita casualidad, de la época de Eddy Merckx, con lo que mis escapadas al sótano eran frecuentes para leer las crónicas del caníbal. Era otra época, otro tiempo, se vivían diferente las carreras. Ahora con Internet se ha vuelto todo más frío en su seguimiento, y no digamos ya en las carreras con el pinganillo, aunque sus defensores dicen que han mejorado en mucho la seguridad de los ciclistas en carrera. Creo que puedo decir que viví, en primera persona, los mejores años del ciclismo español, por resultados, por número de equipos profesionales o por número de licencias profesionales. Y todo empezó en 1983, cuando un joven corredor segoviano comenzó a conquistar, a golpe de pedal, los corazones de miles de aficionados al ciclismo, huérfanos desde hacía años de un ídolo al que seguir. «De ahí en adelante sus victorias, sus derrotas, sus decepciones y alegrías serían las de todos. Nadie venderá más periódicos que Perico, nadie lo igualará en carisma, en esa capacidad para fijar al espectador frente a la tele, dispuesto a ver algo, bueno o malo, pero siempre, siempre, diferente». Por todo ello, no sé si soy muy imparcial al decir que Periquismo: Crónica de una pasión de Marcos Pereda me ha parecido una brillante crónica de unos años sublimes de emociones ciclistas, y eso que Induráin estaba por salir del huevo, aunque fue otra forma de emoción, solo los últimos años de Alberto Contador se podrían asimilar a Perico Delgado en lo referente a los deportivo. SEGUIR LEYENDO EN EL ENLACE Enlace: http://crucesdecaminos.blogs.. + Leer más |