El poemario más pesado que leí este año, y eso que no he leído pocos. Caros Pellicer es un nombre que debería representar a la poesía que dio fin al modernismo "de engañoso plumaje" para abrir las puertas a una realidad que muchos poetas olvidaron o desdeñaron. Si bien López Velarde, eterno poeta y gran culmen del modernismo ya había cantado a la naturaleza (como se ve en su poemario Zozobra), es Pellicer el poeta paisajista por excelencia: los atardeceres, la lluvia, el césped, los ríos y los arboles, todo cobra vida dentro de su poesía. Si Villaurrutia o Gorostiza hablan de la muerte; Pellicer habla del estoico modo de enfrentar y aguantar la vida, de ser siempre el sol que no se deja caer en la lóbrega noche, pues su fe inmortal y su amor por la vida lo mantienen en píe. No hay otra manera de describir la poesía e Pellicer, es el poeta del dolor no avasallado, del amor renacido y de la fe cristiana ciega. Ojala pudiéramos ser un poco más como él y no dejarnos arrastrar por la dulce melancolía modernista, sino envalentonarnos en ese ardor posmodernista que sólo Pellicer sabía cantar.
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